Antonio David Flores, Olga Moreno, la mujer bajo la sábana y la náusea

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06 nov 2021 / 08:48 h - Actualizado: 06 nov 2021 / 08:55 h.
"Opinión","Televisión"
  • Carlota Corredera y Kiko Hernández, en ‘Sálvame’ / Telecinco
    Carlota Corredera y Kiko Hernández, en ‘Sálvame’ / Telecinco

Antonio David Flores y Olga Moreno se han separado. Los carroñeros que se mueven a su alrededor quieren hacer caja con sus miserias y alzan la mano para que se les entreviste. Los periodistas y colaboradores, dedicados a sacar tajada del mal ajeno o de provocar esas tragedias para poder sacar tajada, se frotan las manos pensando en la cantidad de tardes que van a poder acudir a un plató de televisión y facturar una cantidad que otros solo consiguen doblando el espinazo un mes seguido.

Hace unos días, pudimos ver cómo un tal Kiko Hernández montaba un numerito sacando de un hotel a una familiar de los separados. Primero iba a ser entrevistada aunque luego fue víctima de este circo tan nauseabundo en el que se han convertido las tardes de televisión. Salió cubierta con una sábana después de que el colaborador más sucio, zafio y oscuro que ha dado la televisión en los últimos años, dijera que se moría de asco porque la mujer vomitaba por los nervios y que era lo más surrealista que le había pasado en su vida profesional. Que alguien como este sujeto hable de su vida profesional ya es motivo suficiente para apagar el televisor; que presuma de su trabajo es, sencillamente, repugnante.

Antonio David Flores y Olga Moreno se han separado. Además, parece ser que asuntos turbios acompañan esa ruptura matrimonial. La fama de ambos es grande y es posible que lo que les ocurre tenga interés entre los que siguen a los famosos, famosillos y gentes dispuestas a arrastrarse por un minuto de fama. Pero no puede ser que cualquier sinvergüenza tenga un hueco en una cadena de televisión; no puede ser que se monten juicios paralelos en la televisión porque son los jueces los que tienen que juzgar, no puede ser que alguien gane dinero destrozando vidas.

El espectáculo comienza a ser patético y lo peor es que nos estamos acostumbrando a convivir con ello sin inmutarnos. ¿Recuerda usted a su padre diciéndole que hacer daño a los demás era malo para todos; recuerda a su madre al decir que la mentira y la zafiedad tenían las patas muy cortas; recuerda a sus padres intentando que los mejores valores se apilasen en su conciencia? Pues eso sigue intacto y podemos evitar conflictos éticos y morales pulsando el botón rojo de mando a distancia. Es muy fácil.