Ay Clemente...

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12 jun 2018 / 19:20 h - Actualizado: 12 jun 2018 / 19:21 h.
"Fin de pista"

No te quedes con la gente. Era el estribillo de una canción de Carlos Cano que retrataba a la perfección aquella corte de los milagros levantada a golpe de mentiras y donaciones generosas pescadas en la confusión del posconcilio. Todo giraba en torno a las supuestas apariciones marianas de los cerros de La Alcaparrosa. De aquellas visiones y de las andanzas de La Voltio –nombre de guerra de Clemente Domínguez en los sórdidos ambientes homosexuales de la época– se ha escrito mucho.

La iglesia palmariana languidece hoy tras los muros de esa basílica horterona que se eleva sobre las lomas de los campos de Utrera. El sainete bebe de los claroscuros setenteros de aquella Sevilla que aún no soñaba con una exposición universal. Es una historia que merecería ser contada en la pantalla por Alberto Rodríguez. Domínguez y su camarlengo Manolo Corral –o Pedro II si lo prefieren– aprovecharon la buena fe que sigue alimentando a los fieles que acuden a la cerca cada tarde con la indumentaria adecuada.

El que firma estas líneas ya se coló en su momento para firmar un reportaje de lo que se vivía en su interior. Pero de eso ya hace algunos años...

La salida del penúltimo pontífice, que hizo bueno aquello de las tetas y las carretas, fue el enésimo esperpento anotado en la cuenta de la orden herética. Pero la vuelta al Palmar del papa Ginés –encapuchado, armado y acompañado de su bizarra novia– no deja de ser el remedo cañí de una Bonnie and Clyde en clave surrealista. Es el penúltimo capítulo de esta historia.