Alberto Chicote ha vuelto a la parrilla televisiva con ‘Pesadilla en la cocina’, un programa mítico que gusta mucho y a muchos. Ya saben, ese programa en el que Chicote llega a un restaurante que está hecho unos zorros para intentar salvar el negocio y poner las cosas en orden para que el futuro sea menos incierto.
Se han visto casos de todos los tipos: propietarios violentos, propietarios arrogantes, propietarios vagos, cocineros guarros hasta el dolor, camareros mentirosos, inversiones estúpidas e inútiles... y finales felices en muchos casos, casi siempre. Las situaciones límite son las más esperadas por parte de espectador y las soluciones de Chicote se dibujan como maravillas de la gestión y de la cocina moderna. Además, las chaquetillas de Alberto Chicote ya se han convertido en un reclamo para los espectadores. Son imposibles, extravagantes, psicodélicas y, todo hay que decirlo, originales a más no poder.
Ayer, el restaurante en el que se puso manos a la obra Chicote fue «El fogón de la Toscana». Una familia gitana al frente del cotarro y un extraño tufo desde el primer minuto de programa, a sobreactuación, a montaje, a falso. Chicote hizo su trabajo entre broncas imposibles, entre platos volando y haciéndose añicos contra el suelo, entre lágrimas de cocodrilo... El restaurante, hoy, ya ha cambiado de dueño y todo apunta a que esta familia buscó la reforma del restaurante a cargo del programa de Chicote para poderlo vender poco después (como así ha sido). La picaresca española proyecta una sombra enorme y no conoce límites por tipo de negocios, por edad o por razas. Todo es susceptible de ser convertido en un milagro del pícaro cañí (¿recuerdan el bono cultura de 400 euros entregado por el Gobierno a los que cumplían 18 años en 2022? Pues muchos han comprado videojuegos y los han pulido de segunda mano al día siguiente en las redes; y todo así).
Es inevitable que te la jueguen y, mucho más, si lo que buscas es elevar el índice de audiencia. Esta familia le entregó a Chicote situaciones extraordinarias a cambio de apañarles una venta más cómoda. Y Chicote, que lógicamente no es adivino y no puede adivinar lo que sucederá meses después de grabar los programas, vuelve a triunfar con su programa. Todo en orden.