Cocer un huevo

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02 jun 2020 / 12:22 h - Actualizado: 02 jun 2020 / 12:23 h.
"Excelencia Literaria"
  • Cocer un huevo

Inés Rosique Gutiérrez

Ganadora de la XV edición de Excelencia literaria

Cuando cocino se me resisten los huevos cocidos, pues tienen una dificultad añadida: si te quedas corto con el tiempo, la yema aparece cruda, pero si te pasas se pone demasiado dura. Es decir, requieren el tiempo justo para que la clara y la yema tengan un aspecto consistente. De alguna manera, cocer huevos es una pequeña ciencia. Algo parecido ocurre con la vida.

Quizá sin darnos cuenta habíamos introducido el famoso carpe diem en nuestra existencia. Primero lo fuimos aceptando y, sin rechistar, lo hicimos rutina. Aunque este dicho latino nos invite a disfrutar del momento, no nos dimos cuenta de que nos engaña con un supuesto estado de libertad. Y digo supuesto porque muchas veces, en vez de reafirmar aquello que queremos, acabamos por aceptar un modo de vivir impuesto. Es decir, sin quererlo terminamos vendidos a una serie de roles que otros diseñan y que aceptamos con la creencia de que nos hacen libres e independientes, sin reconocer que nos atan.

El confinamiento ha sido un carpe diem, a pesar de que pudiera parecer que todos los días fueron iguales y ansiáramos escapar de esa rutina en la que el Gobierno nos había obligado a vivir. Cada día me iba a la cama sin saber cuál sería la evolución de la pandemia. Me acostaba con la duda de si habríamos llegado al momento álgido de los contagios y las muertes, pero a la mañana siguiente me preguntaba si la nueva jornada podría trazar un antes y un después. En definitiva, lo ignorábamos todo acerca de la enfermedad sin que nos costara aceptar esa ignorancia. Todo lo contrario: hemos aprendido de ella, le hemos sacado partido, pues no sabíamos si cada uno de aquellos días iba a ser el último de tan extraña situación.

Hemos vivido la excepcionalidad como tal y, sin buscarlo, hemos aprendido a valorar lo importante: a nuestra familia, a nuestro entorno... En mi caso empecé a contemplarlo todo con otros ojos. Sí; he dejado la rutina a cambio del asombro: el de no saber qué clases online había en el horario, el de descubrir que mis hermanos están como divertidísimas cabras y que los quiero tal y como son, que mis padres se dejan la piel para que vivamos bien, que tengo vecinos maravillosos... Poco a poco he empezado a disfrutar de las pequeñas cosas.

La cuarentena nos ha hecho estar atentos al paso del tiempo, para que no se nos pase la vida ni se nos quede escueta. He aprendido a cocer el huevo al punto para, además, compartirlo.