Por Jesús Montalbán Molina Ganador de la XV edición www.excelencialiteraria.com

Durante el almuerzo, en el colegio, me siento junto a mis compañeros, con los que charlo de los temas más diversos. Por supuesto, la política no tarda en entrar en escena. Mientras debatimos, incluso con pasión, me viene a la cabeza aquel tiempo en el que este asunto estaba reservado para los adultos en la alguna que otra sobremesa. Y es que vivimos un auge en el interés de los jóvenes por España, su gobierno y su futuro.

La implicación de los jóvenes en asuntos políticos puede deberse a que estos inundan las redes sociales, por donde nos llegan constantemente noticias, anuncios y las campañas de los partidos. Sin embargo, esta plataforma instantánea, que cuenta con un registro coloquial, hace estragos a causa de los debates entre los usuarios, que suelen derivar en enfrentamientos tan soeces como violentos.

Puede que por eso adoptemos las posturas más exaltadas, las mismas que muestran seguidores y detractores de dichas formaciones. Twitter, Instragram, Facebook... son un campo de batalla, lo que se contagia después a nuestras conversaciones de pandilla.

Los líderes políticos son responsables de esta división y ruptura entre los españoles. Deberían darse cuenta de que la vida real no es un hilo de Twitter. Es decir, las personas hablamos con personas, no con cuentas ni perfiles. Por tanto, hay que tener cuidado con sembrar con pólvora el mundo virtual.

Las nuevas tecnologías actúan como un arma de doble filo sobre la política, que se empapa de lo peor de sus usuarios. Algo parecido nos ocurre en momentos triviales como el almuerzo. Las exaltaciones terminan por distraernos a la hora de poder disfrutar de una agradable y divertida conversación.