Viéndolas venir

Desmemoriados

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Álvaro Romero @aromerobernal1
23 jul 2020 / 12:23 h - Actualizado: 23 jul 2020 / 12:26 h.
"Viéndolas venir"
  • Foto: EFE
    Foto: EFE

Si la sociedad -es decir, un poco cada uno de nosotros- se ha olvidado en cuestión de días de los miles de muertos, de nuestra vida distinta entre cuatro paredes y del cambio radical que iba a sufrir el mundo antes de que nos dejaran salir para volver a las botellonas, no quiero imaginar qué potencia memoriosa de pez le depara a nuestro agradecimiento a los científicos, a la ciencia en general que se ha desvivido, literalmente, por frenar la sangría y, ahora, por buscar a contrarreloj una vacuna que nos salve de morir como ratas.

Recuerdo mi estupor en la época de bonanza al descubrir que los científicos sevillanos que trabajaban a destajo en la investigación contra las vacas locas y otras amenazas domésticas de comienzos de este siglo cobraban poco más que los becarios. Yo los hubiera imaginado entonces, cuando me comía mi almuerzo en forma de bocata dentro del coche, que aquellos investigadores de los que los gobiernos sacaban pecho, tenían contratos envidiables y un ocio que podría parecerse al de los futbolistas, pero me di de bruces al descubrir que la mayoría concatenaba contratos en prácticas o similares cada seis meses y que, en efecto, sus sueldos les daban para pagar el alquiler y un bocadillo diario como el mío.

Tantos años y crisis después, la situación no ha cambiado, con la salvedad de que nuestra última fuga de cerebros colocó a quienes mejor habíamos formado a costa de familias medias sacrificadas en algunas de las mejores universidades internacionales que ahora compiten por encontrar antes la vacuna contra el COVID-19. La inmensa mayoría de ellos no ve a su familia desde hace meses, trabaja más horas que un reloj y sigue haciendo cuentas para llegar a fin de mes, al menos cuando el sueño se lo permite, porque suelen caer rendidos a altas horas de la madrugada, después de intensas horas de una múltiple presión de la que no tenemos ni idea, porque seguimos a lo nuestro, que es impacientarnos porque no sabemos quién debe sacar de una puñetera vez la vacuna que nos permita volver a nuestras egoístas vidas de siempre.

En Oxford andan con una vacuna experimental basada en un virus atenuado del resfriado común de los chimpancés que parece generar defensas en los vacunados. Ojalá genere también, cuando nos vacunemos todos, otra forma de mirar lo difícil que es que el mundo gire a diario.