Cofradías

Dios también se queda en casa

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Álvaro Romero @aromerobernal1
14 mar 2020 / 13:02 h - Actualizado: 14 mar 2020 / 13:06 h.
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  • Imagen del Señor de Pasión que hace estación de penitencia en la tarde del Jueves Santo. Foto: D. Arenas
    Imagen del Señor de Pasión que hace estación de penitencia en la tarde del Jueves Santo. Foto: D. Arenas

En momentos tan históricos y decisivos como estos, la Semana Santa tiene una oportunidad histórica de demostrar su grandeza, es decir, la íntima certeza de que sí, que Dios puede y debe estar cada primavera paseando su divina agonía por la ciudad, pero que, como en el fondo está resucitado desde hace tanto, es vivamente consciente de que su santidad no se reduce a una semana, ni siquiera a la semana mayor, y que siempre es de mayor, de responsable y de consciente encontrar la divinidad en la entrega por los demás cueste lo que cueste.

Aquel Dios en la ciudad de Joaquín Romero Murube se transmuta en semanas como estas en una ciudad con Dios demostrado de otra manera: no con las santas imágenes de siempre haciendo sus estaciones de penitencia, sino con la penitencia de no sacar las imágenes, no solo porque Dios esté en todas partes, sino porque debe estar, sobre todo, en cada corazón que pone de su parte.

Sevilla tiene en su Semana Santa su símbolo mayor, la puesta en abismo de todo su año, de todos sus ritos, de un calendario concéntrico por el que el sevillano de a pie cuenta y descuenta los días que faltan o sobran desde o hacia su Domingo de Ramos. Por eso, que la Semana Santa sacrifique el propio sacrificio de Dios paseando por las calles, con todas las consecuencias mundanas que tal sacrificio va a acarrear, es la demostración mayor de que la Semana Santa sevillana sigue a la altura no solo de sus propias circunstancias, sino de las circunstancias de todos.

Dios también se queda en casa, que es la de todos. Y así es como todos nos quedamos con Dios.