Está siendo un año terrible. Ayer era enterrada La Susi y hoy será incinerada Dolores Caballero Abril, para el mundo del arte, Dolores Abril, artista de la copla y actriz, y la segunda mujer del genial cantaor de jiennense Juan Valderrama Blanca. Tenía 85 años y vivía aún en la finca de Espartinas que compartió durante años con su marido y que tantas veces visité para hablar de cante con el genio de Torredelcampo. Siempre que iba me abría la puerta Dolores y era como si te la abriera Dios, con aquella belleza suya que te metía las cabras en el corral. Juan solía estar siempre en bata y zapatillas, sin arreglar, con los ojillos como dos puñaladas en un tomate y una cinta de Marchena o Vallejo metida en el radiocasete. Ambos, Dolores y Juan, lloraban escuchando a los dos genios y yo lo hacía viendo cómo los dos se emocionaban. Enseguida, Dolores se quitaba de en medio para que habláramos y de vez en cuando aparecía para ver si aún había tinto en la botella y aceitunas en el plato. No olvidaré jamás una gira que hice con Juan por algunos pueblos y ciudades de Andalucía a la que Dolores no faltaba nunca. Ni el día que fuimos a Lora del Río, el pueblo del Niño de la Huerta y Gracia Montes, y un despistado al que Juan le preguntó desde el coche que dónde estaba el polideportivo, dijo muy exaltado: “’¡Coño, Antonio Molina en mi pueblo!”. A Juan no le hizo ninguna gracia que le confundieran con otro artista, siendo tan célebre, pero Dolores casi se tiene que tirar del coche para reírse a mandíbula desencajada. Fueron unas semanas increíbles en las que descubrí que, en efecto, detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Dolores era ya artista antes de conocer a Juan, que fue en 1954. El padre de Juanita Reina invitó al maestro a que escuchara a una muchacha en el Teatro Calderón de Madrid y el jilguero del cante y la copla se enamoró hasta las trancas de la joven y bella tonadillera albaceteña de Hellín. Ahí empezó una historia de amor que acabó ayer. Aunque es muy probable que se reencontraran en el cielo de los artistas, en el que Juan creyó siempre. “Los grandes van a un cielo especial”, me dijo una tarde hablando de Marchena, su ídolo. Dolores fue una gran artista y no es justo cuando refieren que lo fue porque era la mujer del maestro. En cierto sentido le perjudicó ser la esposa y pareja artística del genio, pero poco importa eso ahora. La historia reciente de España, de su música, no se podría entender sin Juanito Valderrama y Dolores Abril. Sin recordar, por ejemplo, cuando le llamaba “chumbo pelao” en las Peleas en broma que tanto éxito tuvieron en la España de la dictadura. Con su marcha, Dolores cerró ayer una etapa de la copla y el flamenco, de lo español, que nos marcó a todos.
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