Viéndolas venir

El calvario de repostar

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Álvaro Romero @aromerobernal1
08 sep 2022 / 09:07 h - Actualizado: 08 sep 2022 / 09:08 h.
"Viéndolas venir"
  • El calvario de repostar

Como el precio del combustible está bajando tanto, los pobres empresarios de las gasolineras están diversificando productos para compensar. De modo que repostar en una estación de servicio se ha convertido en una tortuosa aventura para la que necesitas, como mínimo, veinte minutos. O más. No exagero. Primero te sometes a la ley del Murphy aquel y eliges la cola que menos avanza, pero ese es problema tuyo. Luego descubres, al entrar en ese súper en el que se ha convertido cualquier gasolinera, que hay siete u ocho por delante, cada cual con su historia, su pasión y su cruz. Al que están despachando saca su tarjeta de puntos porque le tienen que canjear no sé cuántos; al siguiente se le ocurre en aquel instante suscribirse a esa tarjeta de maravillosos puntos que le solucionará la vida, pero llama a la mujer para que le confirme unos datos; el que viene detrás pide que se le compruebe el premio que solo sospecha del cupón o el triplex o el jackpot y que, de los dos euritos que le han salido, le den a continuación nuevas participaciones a razón de cincuenta céntimos; el otro solicita información sobre la cafetera que rifa el establecimiento como el remedio universal a todos los dolores; el siguiente dice que solo quiere una bombona pero luego se vuelve porque no es de butano, sino de propano, y además pide una ficha para el lavado del automóvil; y cuando le toca al que tienes por delante, resulta que necesita una factura, pero solo se la pueden emitir una vez que haya repostado, así que va y vuelve, pero se entretiene porque de pronto descubre unas chocolatinas que se le meten por los ojos. De modo que cuando te toca a ti, no sabes ni para qué diablos habías parado allí.

Lo cierto es que te entran ganas de marcharte, pero solo entonces reacciones porque ves, a lo lejos, tu automóvil seco como una mojama y el empleado te pregunta si el descuento del gobierno lo quieres en combustible o en efectivo, y tú ya no sabes qué opción elegir porque desde que has entrado allí –ya no recuerdas cuándo- todo han sido elecciones, opciones, diversificaciones, posibilidades vitales, caminos que se bifurcan. Y entonces dices cualquier cosa, pagas lo que establezcan las petroleras, trabajas brevemente para ellas, sin contrato, arrancas, descubres que te hubiera merecido pagar mucho más para tardar más aún en volver, porque el indicador del depósito se hace el camastrón, aceleras y activas la contrarreloj de lo que te falta para regresar.