La Tostá

El flamenco por los suelos

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
12 feb 2020 / 04:45 h - Actualizado: 11 feb 2020 / 17:45 h.
"La Tostá"
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El flamenco nunca interesó desde el punto de vista político, o al menos no como ocurre en la actualidad. Hemos pasado de aquello de llevar a las autoridades extranjeras a un tablao para que se emborracharan viéndoles los muslos a las bailaoras o los paquetes a los bailaores, a lo de ahora, que es una asquerosa pelea por controlar este arte en la que están inmersos agentes artísticos, críticos, presidentes de peñas o federaciones provinciales, artistas y, lógicamente, militantes de partidos interesados. Ayer comenzaron a circular facturas de lo que cobraron algunos artistas en la pasada Bienal, como Israel Galván, Rocío Molina y Andrés Marín, sin duda para distraer la atención sobre las chapuzas del Instituto Andaluz del Flamenco. Ahora quieren que hablemos de esas facturas, de los casi ciento cincuenta mil euros que costó Arena, de Israel Galván en la Real Maestranza, o los cincuenta y tantos mil de Rocío Molina, Grito pelado. Un pastizal. ¿Qué ocurre con esto? Que ahora hay artistas que al saberlo se suben a la parra y no quieren venir por menos, a veces siendo más importantes que los citados. A lo mejor tiene algo que ver con que aún no esté cerrada la programación de la edición de este año, o al menos que no se haya hecho público el programa al completo. Esas facturas han salido del Ayuntamiento de Sevilla y quien las haya sacado y enviado a determinados periodistas sevillanos lo habrá hecho con toda la intención. Eso pasa cuando periodistas especializados en la cantelogía patria se meten en la Bienal, en vez de dedicarse al periodismo serio e independiente. Luego dan primicias y esas cosas o realizan resúmenes interesados, poniéndolo todo por las nubes, para que el director o la directora renueven contrato y estén en la próxima edición. Y ellos también. ¿Y qué pasa con el arte? ¿Quién escribe del arte, de los artistas, que son los verdaderos protagonistas de esto? Director de la Bienal puede ser cualquiera si se pega al partido político que manda, y lo estamos viendo, pero artista no puede ser cualquiera. Cualquiera no toca la guitarra como Dani de Morón, no monta los espectáculos como María Pagés o no canta como Manuel Cástulo, al que llevan a actuar a una iglesia a las siete de la tarde por 900 euros mientras Israel Galván se lleva el manso para colarnos encima al Niño de Elche en toda una plaza de toros.