La vida del revés

El mundo antes y después del coronavirus (Día 14)

Image
28 mar 2020 / 12:09 h - Actualizado: 28 mar 2020 / 12:11 h.
"Opinión","La vida del revés","Coronavirus"
  • El mundo antes y después del coronavirus (Día 14)

Que el mundo está del revés es una certeza.

Los niños quieren volver al colegio lo antes posible y compartir. Hacer deporte es una necesidad si no queremos atrofiarnos por completo. Comer lo justo es imprescindible si no queremos terminar como morsas al sol. Ver la televisión es un coñazo que te vuelve loco porque todo lo que ofrece son malas noticias (espantosas) o bobadas. Nos acercamos a la lectura más que antes y descubrimos o retomamos placeres maravillosos. Estamos 24 horas junto a la pareja, a los hijos y a los abuelos (cada uno sabe lo que tiene en casa) y tampoco es para tanto. Las sobremesas son más largas y agradables. En fin, estamos descubriendo las cosas que teníamos enfrente de las narices, pero al que no prestábamos atención.

Nuestros cinco sentidos funcionan al máximo de sus capacidades. Se escucha el motor de un coche, huele a lluvia mucho más que antes, nos paramos a saborear un buen guiso sin pensar en que tenemos que salir pitando a no sé dónde, nos detenemos para acariciar la página de papel del libro que leemos, y miramos con detenimiento ese detalle que alcanzamos a percibir desde la terraza de casa y que, hace unas semanas, nos importaba bien poco.

Y, a pesar de la preocupación por lo que está pasando, podemos parar y reflexionar sobre lo hemos hecho mal, sobre lo que seguimos haciendo mal y sobre lo que no queremos hacer mal. Ya sé que, lo último, suena a misión imposible, pero pensar lo pensamos. A nuestro alrededor, las caretas se han caído. Y debemos intuir que la nuestra también. Y, en estas circunstancias, no podemos evitar que se nos vean hasta los empastes.

El confinamiento está sirviendo para que nos sintamos aislados y protegidos. Es una mezcla que nos permite sobrevivir sin quejarnos más de cuenta. El confinamiento está sirviendo para que nos sintamos acompañados y queridos. Es una mezcla que tenemos la obligación de disfrutar porque no se encuentra en el camino tan frecuentemente como sería deseable. El confinamiento esté sirviendo para que pensemos en nosotros ese tiempo que solemos dedicar a cosas superficiales y, muchas veces, irrelevantes. Y pensar en uno mismo es un lujo absoluto que no se puede pagar con dinero.

Parece mentira que, rodeados por tanta muerte, tanto dolor y tanta incertidumbre, el ser humano sea capaz de encontrar refugio en tan pocos metros cuadrados, acompañado de tan pocas personas y arropado con sus propias ideas.

Somos una pasada.