Ver en internet que ha estado en venta el piano de Adelita Domingo, y que a lo mejor se ha vendido ya, es algo que me produjo una enorme tristeza. ¡El piano de la mujer que enseñó a cantar a tantas y tantas artistas de la copla! En cada tecla y cada cuerda de ese instrumento hay decenas de historias del arte de Sevilla, manojos de ilusiones juveniles y sueños, muchos sueños. Si se ha vendido, ¿quién se lo habrá llevado a su casa? Tengo una gorra campera de Pepe Marchena, unas botas de baile de Manuel Vallejo, unos peinecillos de Pastora Pavón, un pañuelo de cuello de Antonio el Farruco y dos trajes de baile de Mario Maya, y hay noches en las que me levanto de la cama para mirarlos y sentirme una lumbrera de aquel tiempo. A veces me pongo la gorra del Marchena y el pañuelo de Farruco a ver si se me pega algo, porque soy un fetichista empedernido. Así que hubiera dado cualquier cosa por tener ese piano, el de Adelita, la maestra de tonadilleras que vino a nacer en el Teatro San Fernando de Sevilla, que eso sí que fue nacer en el tajo. Algún día vamos a vender la Giralda.
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