El timbre de la bicicleta

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10 may 2020 / 04:10 h - Actualizado: 08 may 2020 / 09:04 h.
  • El timbre de la bicicleta

Sábado por la tarde, estaba ensimismada en mis pensamientos, intentando crear un nuevo puzzle de ideas para compartir contigo, cuando de repente... "Ring-ring, ring-ring", ¿qué había sido eso? me dispuse a subir las escaleras para mirar por la terraza y el sonido se multiplicaba, aún con mayor insistencia: "ring-ring, ring-ring, ring-ring, ring-ringggg...", por fin llegué a la terraza, Atila se puso en dos patas, apoyado en la barandilla (casi supera mi altura, y eso que aún es cachorrón), entiesío sus orejas y ladeó su cara en un evidente signo de curiosidad ante aquel "ring-rineo", solté una carcajada, miré hacia adelante y, entonces, los ví: eran tres niños pasándoselo pirata en sus bicis, haciendo sonar sus timbres para hacer aún más patente (si cabía) su alegría. Subían y bajaban la calle, como si estuvieran haciendo una carrera... La subida les costaba más trabajo, en ese momento el silencio sustituía el ring-rineo pero en las bajadas... Los timbres sonaban a toda potencia como compañera de sus infantiles carcajadas. Atila y yo estuvimos un rato mirándolos, luego nos dió calor y entramos en casa, mi cachorro para tumbarse bocaarriba en el suelo fresquito y yo para tomarme un té helado... "¡Qué fresquito, por favor!" -pensé al primer sorbo-, quizás tanto como la experiencia "ring-rineadora"...

El toque de ilusión

Me senté en una de las sillas de mimbre del jardín mientras disfrutaba de mi bebida, "¿qué estaba haciendo yo antes de subir a la terraza?", no lograba recordarlo con exactitud así que seguí pensando en aquellos timbres... Normalmente, un timbre se usa como toque de atención, como cuando suena el timbre de la puerta, te avisa de que hay alguien y abres; como cuando los clientes de un hotel tocan los viejos timbres del mostrador de recepción y rápidamente un miembro del personal acudía con la consabida frase: "¿puedo ayudarle en algo?"; como cuando, tras horas de clase, sonaba el ansiado ring-rineo que anunciaba el momento de salir a jugar al patio... Aquellos timbres de las bicicletas, más que toques de atención, funcionaron para mí a modo de "toques de ilusión", pues me llevaron a una especie de recreo mental donde mis ideas, en lugar de ponerse en orden, se pusieron, directamente, a jugar...

¡Haz que suene!

Siempre me ha encantado cuando en la película Titanic, Jack le coge la mano a Rose para besarla y le pasa entre los dedos un papelito con un sencillo y efectivo mensaje: "Haz que cuente", de esta forma la invitaba a reunirse con él, tras la cena, para llevarla a la mejor fiesta de su vida... No sé porqué, mi "recreo mental" ha traído a mi memoria esta escena cinematográfica, tal vez porque, si el timbre pudiera hablarnos, nos diría: "¡haz que suene!". En no pocas ocasiones, nos liamos, nos complicamos, nos quedamos enfrascados en pensamientos, ideas, sensaciones... Cuando lo que verdaderamente necesitamos es destapar el tarro, perder el miedo a ensuciarnos y volver a disfrutar jugando en el barro...

¿Lo oyes? es el "timbre de tu bicicleta" que, con su ring-rineo, te da el toque de ilusión para que refresques tus metas...