El pasado domingo me fui al Lope de Vega a ver Zenit, la nueva obra de Els Joglars, una sátira sobre los medios de comunicación, quizás algo blanda, para la que está cayendo. Esperaba ver en la obra a algún crítico de flamenco de los antiguos, no de los que hoy hacen las críticas en un móvil desde la misma butaca. Aquellos que se emborrachaban viéndoles las cachas a las bailaoras y que se iban del teatro cuando algún payo cruzaba la seguiriya de Paco la Luz con la del Marrurro o el bailaor se encorvaba. Me acordé en muchos momentos del genial Pepe Guzmán y de cuando a finales de los ochenta empezaba a saber lo que era trabajar en la redacción de un periódico, viendo cada mañana al cordial José María Gómez enterrado en papeles y mirándome por encima de las gafas, estupefacto, por cómo marcaba el compás de la bulería en el teclado. Zenit no es una obra genial, pero tiene momentos geniales y divertidos, salvo el final, en el que el periodista de raza, de petaca, bolígrafo y libreta, acaba enterrado en mugre, en un claro síntoma de resignación ante la actual basura mediática.