Fernando Villalón-Daoiz y Halcón

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12 ene 2022 / 12:41 h - Actualizado: 12 ene 2022 / 12:48 h.
  • Fernando Villalón, en un retrato de David Padilla.
    Fernando Villalón, en un retrato de David Padilla.

“Para Villalón el toro era un animal sagrado y en la lucha de la plaza debía ser vencido, no humillado con floreos. Solía repetir que a un toro, verdadero toro, no había quien le tocara por adorno un cuerno, y este tipo de toro quiso criar en sus dehesas”. José María de Cossío. “Prólogo” a Fernando Villalón, Poesías, 1944.

El amor y la pasión de Villalón por la naturaleza se manifiesta en “La Toriada” donde los toros de la marisma descienden de las salvajes manadas del rey Gerión, que no pudo robar Hércules, siendo el último presente de la grandeza de Tartesios.

La relación es casi de carácter religioso entre los toros y el Sol que se termina con la aparición del hombre: el vaquero con la garrocha, que aparta toros del resto de la manada, en su medio natural para ser sacrificados, lo que significa el primer paso hacia un proceso de destrucción del paraíso.

Fernando Villalón, critica la muerte desigual de los toros en la plaza, defendiendo al toro y a su entorno natural, pretendiendo salvaguardar la integridad de una tierra donde alienta todavía el espíritu de los antiguos Tartesos, cuidando al toro y su medio natural, lo que nos da una enorme visión ecológica de la marisma. El edén andaluz desaparece.

“¡Oh padre Gerión ¡, de tu grandeza
Último resto y muestra valerosa,
De Tartessos los toros son ardientes,
Y cabe la corriente
Del viejo Betis real nobleza
Guardada fue, entre palios recamados
En oro de los siglos y cuidados.
Por el de Alcmene vástago invencible
No todos fuimos a la par robados,
Toros mil de la estirpe de Tartessos
-por Orthos no guardados- ,
En las de al pie del hombre inaccesible,
- y sí al insumergible
(En lodazales hueco),
Del híbrido centauro córneo zueco - ,
Fuimos libres de can y de vaquero
Poblando el Ligustino lago íbero.
¡OH PADRE GERION, QUE NÓ VASALLOS SEAMOS DE LOS HOMBRES, Y CABALLOS!”

Poeta, ya cumplidos los cuarenta y cinco años, nació en Sevilla en la casa de sus abuelos maternos, los marqueses de San Gil. Su padre, Andrés Villalón-Daoiz y Torres de Navarra, era conde de Miraflores de los Ángeles, título en que sucedió Fernando, aunque éste nunca hizo gestiones para darle vigencia. Pasó su infancia en Morón de la Frontera (Sevilla), donde la familia paterna poseía un palacete y en el cortijo de la Rana, a pocos kilómetros de Morón. Amaba el campo. Ingresó como interno en el colegio de jesuitas de San Luis Gonzaga en Puerto de Santa María, donde coincidió con Juan Ramón Jiménez. Consiguió el título de bachiller con sobresaliente en 1896, ese mismo año, inició la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla.

Carrera que nunca terminó por tres asignaturas. En 1904 compra parte de la ganadería de José Antonio Adalid, gracias a la herencia de un tío suyo.

Para él criar toros de lidia no podía ser un negocio. Era un ideal. Utópico, idealista, romántico, quiso ir a contracorriente de la evolución de la tauromaquia. Cuando se impone el toreo estético de Belmonte, que exige un toro menos agresivo, pretende criar toros fieros, dignos de aquellos que en los albores de la tauromaquia moderna estoqueaban Pedro Romero y los toreros antiguos. Las figuras del momento se negaron a enfrentarse con sus toros a los que consideraban demasiado peligrosos.

Toros bravísimos y nerviosos -con sangre de búfalos y cuernos de grave media luna, llegaría a decir Gómez de la Serna- a los que los toreros les cogieron miedo. Juan Belmonte dijo de ellos que no se les podía torear y que serían los propios toros quienes acabarían toreando y estoqueando al ganadero.

Su ideal; criar toros en las marismas del Guadalquivir, donde estuvo la mítica civilización tartésica y donde, según cuenta la leyenda, pastaron los toros de Gerión hasta que vino a robarlos el mismo Hércules. De compra en venta, en las transacciones, se fue arruinando hasta tener que hipotecar y vender su ganadería.

“Que me entierren con espuelas/ y el barbuquejo en la barba/ que siempre fue mal nacido/ quien renegó de su casta»

Era muy superticioso: una vez se le murió un mayordomo del cortijo, que vivía en la misma casa que el poeta- y no pudieron enterrarlo en el día al encontrarse ya el cementerio cerrado. Como no quería tener el cadáver en casa toda la noche le dio veinte duros al cochero del coche mortuorio para que estuviera toda la noche dando vueltas por las calles y los alrededores, haciendo tiempo y bebiendo lo que quisiera hasta que abriesen el cementerio por la mañana.

Gerardo Diego incluyó una selección de sus versos en Poesía española. Antología (1915-1931), aquella antología de 1932 en la que se propuso, reivindicar la poesía en su más estricta pureza. Villalón ya había fallecido y el poeta seleccionó a partes iguales entre su obra publicada y la inédita, para demostrar su afirmación de que en esta última se percibía «una nueva manera más libre y profunda de su evolución poética» y para subrayar la pérdida, que para la causa de la poesía, supuso la muerte del ganadero y poeta sevillano.