Desde hace más de un mes en los medios ligados a la Iglesia Católica aparece un día sí y otro también las siguientes palabras Fratelli Tutti. Sin lugar a dudas, se han convertido en el titular de muchas noticias. Lástima que no exista una mayor proyección.
Esta carta encíclica del Papa Francisco nos dice literalmente "sembró paz por todas las partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos". He leído infinidad de veces este texto y he buscado el significado del mismo sin cesar, dado que mirando a mi alrededor me cuesta entender cómo lograr lo que alcanzó, a lo largo de la vida, san Francisco de Asís.
Soy de los que cree que la Iglesia Católica cuenta con infinidad de personas de bien que buscan servir y ayudar; pero también he podido experimentar que, en el seno de la misma, se hallan quienes buscan destruir lo más sólido que tenemos las personas, la fraternidad. Siendo esta dimensión fraterna la que da soporte a esta encíclica valiente del Papa Francisco, el mayor peligro de destruir este mensaje existe dentro del propio seno de la Iglesia.
Entristece experimentar que la fraternidad se aleja y, precisamente, es de esta manera por el propio comportamiento de las personas que, llamándose cristianos, buscan fomentar el odio y el rencor ¿dónde queda entonces la fraternidad? La siguiente pregunta que hay que hacerse, y en especial los cristianos, es ¿qué rol se debe de jugar frente a lo que el Papa Francisco dice en Fratelli Tutti? Esta interrogación ha aparecido en mi reflexión ante el siguiente párrafo "Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideran superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetradas por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida de sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales".
El Papa Francisco está llevándonos a que realicemos un análisis profundo sobre lo qué hacemos y lo qué vivimos. Se pregunta "Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas".
Vivimos en tensión, empeñados en dar la espalda a todo aquello que ha logrado un alto nivel de fraternidad. Los cristianos qué hacen o hacemos. Qué hacen los políticos cristianos ante lo que Fratelli Tutti nos dice "la política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación". Pareciera que es el espejo de lo que nos está tocando vivir en la actualidad.
Los cristianos deberían o deberíamos examinarnos y reflexionar sobre la manera de poder superar las barreras que están marcando nuestro actual momento histórico. El problema de los cristianos es también el existente en nuestra sociedad, hemos dejado de creer en la fraternidad.
La Iglesia vive mirándose a sí misma, en su propia realidad y muchas veces aderezada, en su comportamiento, por una tensión de lucha de poder, lo cual le hace perder perspectiva y, sobre todo, alejarse del amor fraterno. Todavía, no ha asimilado que el mundo ha cambiado y que las personas poco a poco, sobre todo, las generaciones más recientes han perdido la fe; lo cual ha llevado a la misma a que cada día sea menos valorada como entidad de paz y de concordia.
La Iglesia debería replantearse el acercamiento al corazón de las personas; pero para esto tiene que volver a redescubrir el valor de la fraternidad. Es, exclusivamente, por medio del amor fraterno que puede volver a recuperar lo que está perdiendo. Aquí el perdón es un acto esencial, sin el mismo será imposible superar lo que el Papa Francisco escribe en esta encíclica "en esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino?"
La Iglesia está sufriendo en su interior el deterioro que la sociedad experimenta; sin embargo existen infinidad de buenas personas que día tras día dejan su huella y su vida en el empeño de construir fraternidad. El camino que éstas nos proponen tiene que ser un ejemplo para la sociedad en general y de manera concreta para quienes profesan o profesamos la fe católica. Tenemos ejemplos claros de la entrega generosa y total de tantos religiosos y religiosas que trabajan en situaciones muy difíciles y que dan un testimonio excepcional en países altamente conflictivos. No hay que dejar de creer en la Iglesia entregada y generosa. Sí, esa Iglesia formada por personas de buena voluntad que no se dejan llevar por intereses partidistas y particulares, que no buscan el poder y que nunca se aliarían con quienes buscan destruir.
Deberíamos de fijarnos en muchos fundadores y muchas fundadoras que pasaron lo indecible, acusados de muchas cosas que no habían cometido (Santa Rafaela María Porras, Santa María Soldedad Torres Acosta, San Benito Menni, María de la Pasión, Beata María Pilar Izquierdo, Santa María Micaela; Beata Madre Rafols y un largo etc...). Recientemente, volviendo de una reunión de trabajo en Roma, pasé - casualidades de la vida- por la puerta de la Iglesia en donde está expuesta Santa Rafaela María, tuve necesidad de entrar y pasar a rezar ante su urna de cristal ¡qué experiencia tan saludable y reconfortante! Me dije a mi mismo este es el camino.
Hay que buscar el camino en donde podamos volver a tener sentimientos por los demás, siendo necesario la búsqueda de la concordia y de la paz. El camino que se emprenda tiene que llevarnos a superar lo que el Papa Francisco nos dice "en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca".
No podemos dejar el camino de la fraternidad porque es la vía más segura para poder hacer que las personas cambiemos y alcancemos de esta manera la meta más segura para la humanidad. Una meta que facilitará el entendimiento y la voluntad de saber escuchar. Entenderse y escuchar deberían de ser el punto de unidad entre las personas. Es necesario que las personas que decidan o decidamos hacer el camino de la Fraternidad no dejemos nunca de escuchar desde el silencio, para que el silencio pueda convertirse en un altavoz constructivo que nos llame a quienes creemos en el amor fraterno a no dejarnos arrastrar por el odio y el rencor, aunque nos esté tocando vivir momentos duros y difíciles. Superar las dificultades con paz es el punto de partida para construir el proyecto más bonito de la vida, una vida de esperanza. El Papa Francisco nos invita a ello y nos dice "invito a la esperanza, que nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que se vive...es lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza...la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza".
Nuestro recorrido es una camino para hacer posible que, de verdad, podamos ser hermanos, fratelli tutti.
David López Royo
Sociólogo