Corren tiempos donde la igualdad de género no forma parte de lo políticamente correcto, sino que se ha abierto un hueco propio como necesidad política y como justicia social. La lucha por la igualdad, columna vertebral de un sistema democrático, no es algo que compete en exclusiva a las mujeres, mucho menos a la política, es una obligación de compromiso ciudadano en la que los medios juegan un papel fundamental. La construcción de España ya no se entiende sin un papel relevante de las mujeres, aunque aún queda un largo camino de lucha para que la igualdad sea efectiva.
Todos los días en mis clases compruebo una mayor responsabilidad o mejores resultados de las mujeres frente a los varones. No se trata de enfrentar, pero sí de analizar cómo la mujer, en igualdad de oportunidades, rentabiliza mucho mejor la inversión de la educación y sus resultados son más positivos. Algo dice que el camino se está andando, aunque aún queda, y no existe marcha atrás. Han hecho falta romper algunas claves patriarcales para empezar a recoger los frutos como sociedad después de muchos años de lucha. No es fácil lo planteado.
Hay que educar como sociedad y convencer de lo positivo de este cambio social. Parece que existe un prototipo macho que se violenta, que no lo acepta, que es capaz de sacar su frustración en clave de cuchilladas. La pasada semana le tocó a Yolanda, periodista burgalesa que sabemos que no será la última. Esta violencia lleva más muertes que ETA y mucha más extorsión. Quizás por eso los medios no podemos fallar ni en los titulares.