La cuestión no es que no haya que educar a los ciudadanos desde niños en el respeto a las diferencias entre las tendencias sexuales de las personas, lo grave es en manos de quiénes está este asunto. Se trata de unas administradoras de un ministerio sectario cuyas responsables -y sus cómplices- son partidarias de una ideología en gran medida fuera de la realidad. Unas personas que han logrado la desigualdad entre hombres y mujeres porque han dividido a ambos colectivos sobre la base de su ideología de zapatillas y batín, entendiendo que progresismo es lo suyo y lo que hacen los y las demás es pura reacción o similar. Montero es una ministra de esa corriente que establece quién puede ir y quien no a la manifestación del 8 de marzo.
Lo he preguntado varias veces, ¿qué es un Ministerio para la Igualdad? Porque la igualdad no existe, los seres humanos son semejantes, no iguales. Su cabeza visible es una joven sin apenas experiencia vital y menos en puestos de una responsabilidad siquiera similar a la que tiene ahora. Su formación académica es mínima, no es más que una burócrata, una criatura meramente política que está empezando a criarse en ese campo. Dejó sus estudios de tercer ciclo en la universidad para dedicarse a la política y eso es casi todo en su trayectoria vital. A su vez, se ha rodeado de personas similares a ella cuyos talantes nos indican que, más que a la Igualdad, tienden hacia el matriarcado opresor, llevando a cabo una especie de ley del péndulo.
Deberá explicar algún día qué supone la igualdad entre hombres y mujeres a efectos económicos en cualquier momento y más en el que atravesamos ahora, cuánto afecta a la deuda pública y a la privada, por ejemplo. En lugar de desarrollar siempre sus actos ante mujeres de su cuerda ya es hora de que se coloque delante de foros feministas que no sean sus palmeras, que no vayan a escuchar lo que quieren escuchar.
De forma paralela a educar en las diferencias de condiciones sexuales deberá explicar a los niños y niñas cuáles son las diferencias entre el hombre y la mujer porque las hay y es imprescindible que se sepan para avanzar en una formación realista, no partidista. Da la impresión de que por Igualdad el ministerio actual entiende que no hay dos sexos sino uno, algo que no me extraña cuando todos sabemos que existen corrientes ideológicas feministas derivadas de los mismos principios que mantiene el ministerio, que estiman que los hombres no son necesarios y además contamos con asociaciones donde la presencia de personas del género masculino está prohibida. Tal vez en el futuro haya que abrir un ministerio para arreglar los desaguisados que va a implantar el actual en todo el tiempo que gobierne.
Dicho esto, hay que añadir que la intención del Ministerio de la Igualdad es buena en su interés por educar en la sexualidad y sus variantes ya que el ciudadano de hoy tiene ante sí una sociedad muy compleja en lo que a condiciones, ideologías y formas de ser y de sentir de los seres humanos se refiere, una amalgama de formas distintas de concebir la vida y las relaciones interhumanas está ante nosotros y es preciso borrar toda herencia negativa recibida. Ahora bien, el fallo que veo siempre en la forma de pensar de personas como Irene Montero es que se van a topar con un hecho indudable: la educación no es garantía de un cambio masivo en la sociedad porque hay al fondo otros factores que la izquierda no contempla, factores que hay que enseñar también para que las enseñanzas queden equilibradas.