Los detractores del gobierno de Syriza se han apresurado a saludar el acuerdo para el tercer rescate, con la afirmación de la derrota de Tsipras y, por ende, del pueblo griego, empeñado en una batalla que muchos, incomprensiblemente, solo esperaban terminara así. De nada ha servido que el acuerdo al que se ha llegado se parezca mucho al propuesto en los momentos previos al referéndum. Tsipras estaba sentenciado desde el primer momento, no hay lugar para los que reten al poder establecido. Se resalta la humillación de los griegos, la firmeza en la victoria de los aliados contra el eje del mal. Y sin embargo, quien ha sido verdaderamente derrotada, no es Grecia, sino el proyecto de construcción europea. Es todo un sarcasmo que se diga que Grecia ha cedido ante la UE, cuando los distintos encuentros bien podrían haberse llevado a cabo en la propia sede de la cancillería alemana. No hacia falta el decorado de la Comisión, el BCE, el Eurogrupo, todo ha sido una farsa que esconde un choque bilateral desigual entre los griegos y quien verdaderamente ostenta el poder en Europa, Alemania.
Nada seguirá igual. La desconfianza grave no es con Grecia, una economía mínima en relación con la Unión, sino ante las verdaderas intenciones del diktat alemán en construir políticamente Europa, democrática y solidaria y no un mercado cautivo, con apariencia institucional, al servicio de los intereses germanos. No creo que Europa salga reforzada, sino todo lo contrario. La unión fiscal, financiera, bancaria, social, hoy está aún más lejos y nadie osará llevar la contraria ni marcar el paso a la soberbia de Berlín. El escarmiento heleno es un aviso para navegantes. El esperpento final de la ratificación de Dijsselbloem al frente del Eurogrupo, la postergación del candidato de Rajoy, Guindos, no ha sido sino la terminación de un sainete en el que los periféricos apenas han llegado a la altura de figurantes.