Los medios y los días

La generación marcada

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28 abr 2021 / 04:00 h - Actualizado: 27 abr 2021 / 22:09 h.
"Los medios y los días"
  • La cicatriz de la vacuna de la viruela que aún persiste en las personas mayores.
    La cicatriz de la vacuna de la viruela que aún persiste en las personas mayores.

Tres vacunas he recibido yo y ésta de la pandemia va a ser la cuarta, ya me da igual la “marca”, que pinchen y que vivan los cuatro puntos cardinales de mi patria, como decía Manolo Escobar. Pertenezco a una generación marcada, la ilustración que acompaña a estas líneas es mi marca, la vacuna contra la viruela. Recuerdo aquel momento, era chiquetito, llegué del colegio y allí, en mi casa, me esperaba toda la familia con el practicante al frente. Nada más que vi la escena me negué a vacunarme y quise salir pitando del salón. Fue inútil, me agarraron y me hicieron con unas agujas como dos rajitas en el brazo, no recuerdo nada más porque me aflaté del todo sin perder la conciencia. Y ahí sigue la marca, en mi brazo izquierdo, parecida a la de la foto.

En contraste con ésta, la de la polio fue un terrón de azúcar al que le echaban un liquidito creo que rosáceo o rojo. De esas vacunas me pueden dar las que quieran pero prefiero que el líquido lo introduzcan en un buen vaso de gazpacho. Hay un reportaje muy oportuno sobre este tema en El Español que dice: “Los virólogos que se encargaron de llevar la vacuna de la polio pueblo por pueblo fueron Rafael Nájera y Florencio Pérez. Viajaban en un Jeep, pero en varias ocasiones tuvieron que llegar a pueblos a lomos de mulas por lo infernales que eran los caminos. Ni un todoterreno podía con ellos. En cada pueblo, despachaban a los niños un terrón de azúcar con tres dosis de la vacuna. La vacuna de la polio usada en España fue la elaborada por el virólogo polaco Albert Sabin, que se administraba por vía oral”.

Eran los años 60, por entonces, estando ya en Los Maristas, y si no recuerdo mal, nos pincharon esta vez para la vacuna de la tuberculosis. Daba reacción algunas veces pero consistía en fiebre y que se te ponía el brazo hinchado y rojo, a mí no me produjo reacción pero vi a colegas que sí.

Ahora toca la de la pandemia Covid, en mi prevejez. Soy un afortunado en la vida y, como canta Mercedes Sosa, le doy gracias por haberme dado tanto. Hay quien se ha preocupado para que yo pueda ahora estar escribiendo mis pamplinas, me quito el sombrero ante todas esas personas: científicos, políticos, familiares, sanitarios... Gracias, de verdad. Ojalá todos los habitantes del planeta tuvieran mi suerte.

Hace poco, un cabo del Ejército de Tierra, F.P.B. de 35 años, fue ingresado en la Clínica Universitaria de Navarra con pronóstico muy grave después de haber recibido la vacuna AstraZeneca contra el covid-19, según confirmó el viernes pasado la ministra de Defensa, Margarita Robles. Los medios le han dado muy poca relevancia al caso, estaba ya en coma o muerte cerebral, interesa que la gente se vacune y por tanto no asustarla, así que el militar que se las apañe como pueda, no sé si el pobre ha muerto ya o no. A mí no hace falta que me traten como a un niño, no me gustan las vacunas pero si no me llaman -que no me llaman, leche- me iré a un centro de salud y les ofreceré mi hercúleo brazo para que procedan. Espero que no se doble la aguja ante la suma rigidez y fortaleza de mi musculatura. Bien mirado, una marca más qué importa. Gracias de nuevo y ojalá no tengamos que pincharnos mucho más, este virus es listo, muta demasiado, demasiado rápido y de manera compleja, no sé si eso será normal en la Evolución. Ahora irá a por los jóvenes, de hecho, ya está en ello. No es que sea un conspiranoico pero todo esto me da que pensar.