La vida del revés

La gran verdad sobre la mentira de Vargas Llosa

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04 ene 2023 / 09:27 h - Actualizado: 04 ene 2023 / 09:42 h.
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Existe un debate, algo estúpido, acerca de si en las novelas y relatos se cuentan verdades o si, en realidad se trata de textos que reflejan una ficción absoluta. Los que piensan que en la narrativa lo que hacen los autores es contar su vida es que no se han enterado de lo que está pasando desde Homero. Si los que creen que las novelas son una pura mentira no se han enterado de lo que representa la literatura desde Homero.

Los autores cuentas lo que conocen. Claro. Nadie puede contar lo que no sabe, bien a través de la propia experiencia, bien a través de la experiencia vicaria. Pero entonces ¿cómo se explica un relato que sitúa la trama en una lejana galaxia si el autor no ha estado allí y todo forma parte de su capacidad de fabulación? Se entiende al comprender que el escritor trata de explicar el mundo (esta realidad que todos creemos conocer de maravilla) colocando la trama en un lugar remoto. Por cierto, explicar y modificar, corregir lo que no le gusta, y pintar un cosmos más llevadero o, al menos, más accesible, es el trabajo del escritor.

Dicho esto, tengo que decir que el debate abierto sobre lo que dice Mario Vargas Llosa en su relato «Los Vientos», escrito en 2020, es una patochada y una forma de convertir la literatura en noticia del corazón que no tiene ni pies ni cabeza. Por cierto, si tan claro estaba que Vargas Llosa se arrepentía de lo que había hecho ¿cómo es posible que nadie diera la voz de alarma? En primer lugar porque este relato no lo había leído ni uno de los que ahora lo usan como prueba del delito; por otra parte, porque es ficción. Punto.

En el relato se puede leer esto: «Ya me olvidé del nombre de aquella mujer por la que abandoné a Carmencita. Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca más fui feliz (...). Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí».

Vargas Llosa sabe que si un escritor introduce una experiencia propia en el texto deja de ser parte de la realidad y se convierte en literatura. El personaje puede interpretar las cosas de modo distinto, las reacciones pueden ser exageradas o mojigatas en exceso, todo puede tratarse de una ensoñación o una trampa traicionera para otro personaje. Y no hay más. Lo peor de ese texto es que es mediocre y está a años luz del mejor Vargas Llosa. Ese es el problema real. El resto invenciones oportunistas.

En el extraordinario prólogo que Vargas Llosa escribió para acompañar una colección de ensayos que tituló «La Verdad de las mentiras» ya avanzaba ideas con las que, el que escribe, está de acuerdo desde el principio. Decía, por ejemplo, esto: “Ni lo que pensó mi primera mujer al leer otra de mis novelas, ‘La tía Julia y el escribidor’, y que, sintiéndose inexactamente retratada en ella, ha publicado luego un libro que pretende restaurar la verdad alterada por la ficción. Desde luego que en ambas historias hay más invenciones, tergiversaciones y exageraciones que recuerdos y que, al escribirlas, nunca pretendí ser anecdóticamente fiel a unos hechos y personas anteriores y ajenos a la novela. En ambos casos, como en todo lo que he escrito, partí de algunas experiencias aún vivas en mi memoria y estimulantes para mi imaginación y fantaseé algo que refleja de manera muy infiel esos materiales de trabajo. No se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo”.

Algunos periodistas que se meten en terrenos que desconocen, y hacen el ridículo a base de bien al escribir lo que escriben, deberían documentarse antes de escribir. Un poquito solo. Evitarían confundir y seguir confundidos.

Una última cosa que me parece escandalosa y no quiero dejar de mencionar. Hace unos días, escuchaba a una periodista (supongo que esto lo ha dicho más de uno de estos analistas del todo que no entienden de nada),escuchaba a una periodista, decía, criticar un vídeo en el que aparece Mario Vargas Llosa leyendo, en perfecto francés, las primeras páginas de la novela de Flaubert «Madame Bovary» La periodista se llevaba las manos a la cabeza por la bajeza que había ejercido Vargas Llosa al leer eso, grabarlo y publicarlo en redes. Esa periodista no sabe que Vargas Llosa leía una primera edición de la novela que le acababa de regalar su hijo, que es la novela preferida del premio Nobel y que Flaubert es un autor inspirador para él. Esa periodista veía un ataque espantoso contra Isabel Preysler porque la personaje principal es una mujer que va de amante en amante y recuerda mucho a la que ha sido pareja de Vargas Llosa hasta hace unos días. La pregunta es: ¿No es la periodista la que ve en Madame Bovary a Isabel Preysler? ¿No es ella la que insulta gravemente a la ex mujer de Miguel Boyer, de Julio Iglesias o del Marqués de Griñón, poniendo en duda su forma de vida? No son capaces de entender ni lo que ellos mismos dicen. Y así todo.