Creo yo que deberíamos llamar a cada cosa por su nombre. En la sociedad actual ocurre que todo lo que nos llega a través de un lenguaje retorcido se convierte en una mentira.
«La isla de las tentaciones» es un programa nefasto en el que un grupo de jóvenes ponen a prueba su lealtad a la pareja aunque, en realidad, lo que quieren es estar en televisión, hacer dinero fácil y humillar sin pudor alguno a sus parejas. Saben que si esa humillación es brutal, arrasadora y causa estragos, les garantiza un par de días en un plató de televisión. Ahora bien, tan lamentable es lo que hacen todos estos jóvenes como lo es plantarse delante del televisor y disfrutar de un espectáculo nauseabundo. Este programa, como muchos otros, es una cochambre, son una ruina para la sociedad. Son un asco.
La sociedad actual está enferma. Si preferimos disfrutar de un programa en el que el objetivo es hacer daño a otra persona es que hemos perdido el norte. Si preferimos asistir al linchamiento diario de personas es que merecemos el barrizal en el que vivimos (esta sociedad lo es). ¿Cómo es posible que un colaborador de un programa se haga famoso y gane un dineral por ser mala persona? ¿Cómo es posible que la gente disfrute al ver cómo una joven se derrumba porque su novio le ha sido infiel? ¿Cómo es posible que alguien quiera poner a prueba su vida privada por un puñado de euros? Pues eso está pasando.
Cada día somos más incultos, cada día nos dejamos arrastrar a lugares que generan riqueza a un grupo de bobos con mala leche e indigencia intelectual al resto; cada día cavamos una enorme tumba en el que el conocimiento, el criterio sólido o los valores más robustos se apilan para ser enterrados por siempre jamás.
Todo bien, todo como quieren los políticos. Voten y miren la televisión que ya hago yo lo que me sale de las narices. Eso es lo que tenemos.