La otra cara de la Justicia

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19 jul 2015 / 14:44 h - Actualizado: 19 jul 2015 / 14:44 h.
"Justicia","Palabras de honor"

Hace muchos años, cuando estudiaba derecho en la Universidad de Sevilla, la Justicia era para mí el principio moral por excelencia que podía resolverlo todo: los conflictos de pareja, los intergeneracionales, los laborales, los sociales.... Y la Justicia residía, por excelencia, en los Tribunales. Por eso el derecho a la tutela judicial efectiva parecía un gran derecho, un derecho por el que se accedía a la Justicia, se retomaba el equilibrio, el derecho a la jurisdicción, a que el juez o la jueza al que le correspondía por competencia tu caso, aportara la luz de la Justicia en tu vida y pusiera fin a la injusticia.

Tras muchos años ejerciendo la abogacía y dando formación, sigo pensando en que la Justicia es imprescindible si queremos una sociedad democrática –de verdad– y unos derechos humanos que no sean una caricatura trágica. Pero ya no creo que resida naturalmente en los Tribunales ni que sea por sí misma la llave maestra que resuelve los conflictos.

Por supuesto hay profesionales magníficos –¡y magníficas!– en los Tribunales que desarrollan su trabajo buscando descubrir la verdad y que cada persona reciba lo que merece conforme a sus actos y a su estado, es cierto. Son personas dispuestas a escuchar a quienes se presentan ante la Justicia y a llegar al fondo de los asuntos. Personas que difunden con su trabajo la luz de la Justicia. Pero la mayoría de quienes son responsables, en mayor o menor medida, del resultado de los procedimientos –y no me refiero solo a la judicatura y fiscalía, sino también a la abogacía, peritos, y personal de la oficina judicial–, están lejos de hacer un trabajo excelente. La prepotencia, la agresividad, los comentarios despreciativos, las coacciones, forman parte del día a día de muchos Tribunales. ¿Qué justicia podemos ofrecer si actuamos con abuso de poder y desprecio hacia los derechos de las demás personas? Basta una sola persona que actúe así en un solo Tribunal para que se cause un daño importante en la ciudadanía.

Otras veces, no es la clara agresividad la que se presenta, sino un tipo de violencia pasiva, ciega: la frase simple soltada sin levantar la voz pero taxativamente, «no se moleste en traer pruebas sobre los insultos porque eso solo sirve para que no se olvide, y esas cosas es mejor olvidarlas». «Este es el padre que le ha tocado a su hijo, haberlo elegido mejor». «No me cuente cómo le pega a su hija, no me hace falta, me imagino que será para educarla». ¿Qué tipo de justicia podemos ofrecer si no queremos ver el daño que hay en cada caso? ¿Qué tipo de Justicia puede ofrecer quien actúa como si lo supiera todo desde antes de que se celebre el juicio?

Y también están todas esas personas que quisieron hacer Justicia pero que con el tiempo se sienten incapaces y tapan sus ojos y sus oídos a los problemas de las personas que vienen buscando una solución o, lo que es más grave, protección. ¿Qué Justicia puede ofrecer quien se ha quedado sin esperanza? ¿Qué podemos ofrecer si creemos que no es posible generar ningún cambio?

La jerarquía y la prepotencia, la falta de compromiso social, o la escasez de habilidades y recursos, campan a sus anchas en los Tribunales, superando muchas veces la mediocridad al trabajo excelente, que también existe. En estas condiciones conseguir obtener Justicia de los Tribunales puede llegar a ser una obra larga y dificultosa, y, en ocasiones, el proceso lejos de ser sanador o clarificador para las personas implicadas, provoca un profundo sentimiento de vulnerabilidad cuando no de injusticia e indefensión.

Le sobra prepotencia a los Tribunales, nos sobra agresividad a los y las operadores del derechos, y nos falta igualdad.

Ya no veo a la Justicia como la Diosa sabia que resuelve los conflictos. La veo insuficiente, sola, desolada. Y a los Tribunales, los veo en buena parte machistas, autoritarios, antidemocráticos. De tanto mirar hacia la Justicia hemos olvidado que si no se basa en la igualdad entre las partes, y también en la igualdad entre todos los seres humanos, se convierte en mera coacción, en mero abuso de poder.

En un mundo injusto, decía León Felipe, quien clama por la justicia es tomado por loco. En un mundo en el que persisten dos ejes crueles de desigualdad (ricos sobre pobres, hombres sobre mujeres), la Justicia es una rareza que debemos reclamar cada día, pero unida a la igualdad. Si queremos que la JUSTICIA con mayúsculas sea la moneda que intercambiemos cuando nos relacionamos, no debemos olvidar que la otra cada de la misma moneda es la IGUALDAD.

No hay Justicia, ni la habrá, sin Igualdad en el sistema judicial.