Viéndolas venir

La sangre azul y la sangre gorda

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Álvaro Romero @aromerobernal1
15 ene 2021 / 07:57 h - Actualizado: 15 ene 2021 / 07:59 h.
"Viéndolas venir"
  • La princesa Leonor (i) y la infanta Sofía. EFE/ Ballesteros
    La princesa Leonor (i) y la infanta Sofía. EFE/ Ballesteros

A estas alturas de la Historia -ampliamente demostrado que la sangre de algunos puede ser más gorda pero nunca azul-, es una vergüenza social insoportable que las instituciones sigan considerando que alguien merece estar por encima del bien y del mal, es decir, por encima de todos los demás. Es una vergüenza sonrojante para la Historia, que continúa imparable y se escribirá en los libros dentro de poco, que a ese alguien se le pague, se le sostenga y se le financien sus caprichos, pese a sus fechorías, mientras hay compatriotas a los que antes de que tengan la posibilidad de robar energía en este gélido invierno se les corta la luz y a tomar por culo.

La presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, dijo hace solo unos días, hastiada de la situación provocada por el presidente saliente y por ese bobo que se sentó en su despacho como Aznar lo hizo en el de Bush cuando las presuntas armas nucleares de Irak, que su país es “un estado de derecho; no una monarquía con un rey”. La declaración, viniendo de quien venía, podía haber caído como una bomba entre los monárquicos europeos, pero estos han preferido mirar para otro lado porque no está el horno para bollos entre los representantes de esta pervivencia medievalista que tantos seguidores sigue teniendo. Hay que tener la sangre muy gorda para defender que haya gente, por naturaleza o por derecho divino, con más derechos que otras.

Se puede ser todo lo de derechas que uno quiera, y se puede gozar de lo lindo con las fotos tan cuquis que ofrecen las monarquías con todas sus parentelas de niños despistados bajando de sus cochazos y niñas guapísimas caídas del guindo en esas revistas del corazón que ilustran y entretienen en las peluquerías. Pero lo que no se puede es estar ciego ante el despropósito de que haya niños en España con muchos más derechos que nuestros niños por la sencilla razón de haber tenido una cuna distinta. Y, puestos a soportarlo por pura costumbre, no es digno que nos acostumbremos a soportar cualquier disparate financiado con fondos públicos solo porque deba seguir habiendo en España gente intocable a la que, sin embargo, casi todo el mundo quiere tocar desde la ficción del papel cuché. Se puede tener la sangre todo lo gorda que se quiera, pero existe la dignidad de no creer en la sangre azul.