Angostillo

Las cuatro grandezas

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Isidro González IsidroGonzez
28 mar 2023 / 04:00 h - Actualizado: 28 mar 2023 / 04:00 h.
"Cofradías","Angostillo","Cuaresma 2023"
  • Las cuatro grandezas

Se cumplen esta cuaresma veinticinco años de la publicación del libro de Carlos Colón “Dios de la ciudad. Ensayos sobre la Semana Santa de Sevilla” (1998), una obra seria, culta y profunda, difícil de localizar en la actualidad, que, ahondando en la estela que abrieron títulos como “Cruz de Guía” de Manuel Sánchez del Arco (1941) o “Sevilla entre los divino y humano” de José Luis de Rosa (1966), pretendía “dar con la entraña de la Semana Santa”, descifrar “cuál es su almendra teológica y existencial”, y ofrecer, según su autor, “una aproximación muy personal a ese conjunto de fenómenos y emociones que los sevillanos nombramos al decir Semana Santa”.

En su primera parte, núcleo esencial del ensayo, Colón se afanó en desvelar y fundamentar las cuatro grandezas que, a su juicio, encierra esta celebración tan honda y especial para nosotros, desde la más abstracta hasta la más visual. Y lo hace afrontando y aunando creencia con lo sagrado, religión con experiencia religiosa y cristianismo con cultura, hasta llegar a la esencia de la Semana Santa de Sevilla, que “es básicamente una experiencia religiosa”.

La primera de estas grandezas es el ofrecer una articulación histórica de lo Envolvente y lo inefable para el ser humano. La segunda, dar “a quien libremente lo acepte desde una apertura sensible” el don de la experiencia religiosa. La tercera, “expresar con conmovedora perfección” el revelarse y entregarse de Dios al hombre en su Pasión, “presentar este misterio, alzarlo en medio de nuestras calles y de nuestras vidas”. Y la cuarta, ser a la vez una fiesta culta y popular que “ha asumido como propia la excelencia de obras de arte que expresan adecuadamente el tremendo misterio del hacerse hombre de Dios, y ha configurado un bellísimo universo formal, pleno de sentido simbólico (...) que permite articular un digno culto interno y externo”. Propósito largamente cumplido y alcanzado a través de sus páginas, que conforman un pozo inagotable de citas leídas y reflexiones vividas al que volver una y otra vez para saciarnos del agua clara y limpia que nos refresque a poco de empezar a vivirla una vez más.

Uno de los muchos aspectos destacables de este volumen pequeño pero excelente a la vez es el atrevimiento que tuvo Carlos Colón de relacionar, sustentar y poner en diálogo nuestra Semana Santa y las hermandades que le dan forma –una realidad, por otra parte, que todos conocemos como algo cotidiano y natural de nuestra ciudad y nuestras vidas– además de con la Biblia y autores cristianos como san Agustín, San Juan de la Cruz o la madre Teresa de Calcuta, con filósofos de la talla de Karl Jaspers, Wittgenstein o Eugenio Trías, teólogos como González de Cardedal o escritores y pensadores contemporáneos como Passolini o Unamuno, y con ellos los sevillanos Chaves Nogales, Núñez de Herrera o Romero Murube, cuyas aportaciones desfilan por el texto ayudando a dar luz para contemplar mejor a nuestras imágenes, las hermandades, los cofrades y devotos y las cofradías en la calle. Lo que demuestra que esta celebración es capaz de soportar algo más, mucho más, que la mirada superficial, ligera o excesivamente anecdótica que en ocasiones se le dispensa.

La obra se adentra, además, con profundidad de historiador y análisis de altura intelectual, a la vez que con calor cofrade de tertulia y casa de hermandad –entrañable el “Intermedio en El Rinconcillo”, por entonces meca nocturna de cofrades “que quemaron madrugadas en tertulias de Semana Santa” alrededor de coroneles y pavías–, en los grandes pilares que sustentan nuestro entramado devocional y procesional: las hermandades en la vida de la ciudad –con su propuesta de acogimiento basada en la del Arca de la Alianza por los israelitas que la trasladaban–, las cofradías en el cuerpo de la ciudad, como experiencias estéticas de lo sagrado y la alegría del rey David ante el Arca como símbolo de las mismas; y las imágenes sagradas como el hacerse de la Semana Santa en la devoción de la ciudad, con la contemplación de la imagen –“resquicio por dónde Dios empieza a fluir”– por el devoto como experiencia fundamental y originaria de todo lo demás.

Han transcurridos cinco lustros desde que estás páginas admirables nos sirven como programa de mano previo para, como escribió Carlos Colón, “ayudar a pensar y a vivir nuestra Semana Santa”. Qué mejor compañía que esta publicación primorosa y primordial, ahora de feliz aniversario, para esta semana de Pasión, cuyo aire denso de azahar que nos envuelve pronto se desvelará en luz de Domingo de palmas y ramos que se irá desbordando por toda la ciudad –calles, bullas, túnicas, músicas...– hasta la Noche santa del fuego nuevo. Feliz Semana Santa y dichosos los que alcancen a comprender y vivir estas cuatro grandezas.