Las elecciones. El factor Puigdemont

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22 sep 2019 / 16:04 h - Actualizado: 22 sep 2019 / 16:06 h.
  • Las elecciones. El factor Puigdemont

Hastían los discursos de justificación de nuevas Elecciones; y que sean los estudios demoscópicos los que decidan la desidia movilizadora hacia las mismas.

Sin embargo, estas elecciones son el último bastión del conflicto cuasi bélico que adorna la relación monarquía y República y que tendrá como resultado la intervención de facto de Cataluña, sobre un pacto nacional entre Ciudadanos y el PSOE.

Y es que, no en vano, la Sentencia del proces, se hará pública durante el desarrollo de la campaña; y será el PSOE el que intentará alcanzar un rédito absoluto mediante acciones de fuerza que serán jaleadas desde las masas enfurecidas. Sí, las mismas que gritan en los Juzgados, aporrean los furgones policiales y añoran la pena de muerte, que desde el punto de vista de la finalidad penológica tienen tan escaso sentido como que siguen creciendo los delitos en su lugar preferido de aplicación que es USA.

Ese y no otro es el factor Ivan Redondo. Y es que sorprende que quien convoque Elecciones no sea un Presidente de Gobierno, sino un guru de la sociología.

Hace pocos días, coincidí con varios de los Observadores del proces. Se denominan así porque se les supone imparciales ante el desarrollo de un proceso político, quizás análogo al que llevó a la cárcel a Companys; ejecutado –mucho después- en Montjuic.

Me comentaba uno de estos Observadores, -eminente especialista de Derecho Constitucional- cómo Marchena había cumplido la finalidad que le había sido encomendada; esa cara amable que te produce más pavor, que la iracunda del juez inquisitorial. Hay en éste una reflexión póstuma ausente del primero. No en vano Marchena figura en el Sumario Lezo y pronto hallará buen acomodo por los servicios prestados.

Ese observador –que también se había desplazado a Bruselas- me describió la tristeza y la desolación de Puigdemont. Frente a quienes simplistamente piensan que habita entre el boato y el lujo, creo que solo hay algo comparable al exilio; y es el silencio impuesto.

Maria Zambrano quizás haya sido la mas fecunda escritora sobre el exilio. Cuando Antonio Machado caminaba pesadamente hacia la frontera, Maria Teresa León le ofreció su vehículo. El poeta se negó porque quería caminar y salir de España caminando junto a su pueblo. Ambos cruzaron la frontera juntos.

Dijo la filósofa malagueña que para ella el exilio fue fecundo pues le dio la libertad de pensar y la angustia económica. Expresó que en España había ganado fácilmente un catedra, pero que hubiera sido una atadura. El destierro fue lo mismo para ella que para Picasso, del que también diría que el extrañamiento “le abrió las alas”.

Como el dolor, los divorcios, las rupturas, el exilio de Puigdemont tiene asumido su retorno ignominioso.

La Sentencia pudiera contraerse a doce años de prisión. Por hacerles un idea, la Manada fue condenada a nueve.

Busquen la foto del retorno de Maria Zambrano en 1.984, con un sobrio abrigo blanco y sin ningún rictus de emoción. Tampoco la hubo en Pasionaria y otros exiliados.

Debe ser que uno no vuelve a la que fuera su casa, ahora la patria es otra. Y es que si las lágrimas son saladas, debe ser para consumir más o menos lenta y desfoliante los recuerdos.

Y es que tal vez la memoria histórica no fuera sino una añagaza para perder lo esencial; esas guerras de 1.714 o de 1.936, que nunca ganaremos. Y es que como dice Amenabar, “aun nos sobrevuela el espectro de Franco”. Así nos va.

Suspiros de España.