Opinión

María Graciani

Las mozas ya no van a la fuente

Calleja y su helicóptero- Foto Calleja

Calleja y su helicóptero- Foto Calleja / María Graciani

Hay personas que te transmiten ternura, simpatía y humanidad nada más verlas, tal es el caso de Maruja. Esta leonesa de 83 años vive en Riaño, el pueblo de sus amores y tuve la oportunidad de escucharla en el programa de Jesús Calleja “Volando voy” (muy recomendable, por cierto). Durante su viaje en el helicóptero, Maruja demostró ser una magnífica embajadora de su pueblo, ¡se emocionaba al verlo desde las alturas!, por supuesto habló de las bondades de Riaño, de cómo se vivía allí, del amor que le había profesado durante toda a su vida a su marido, de cómo se “ennoviaba” antiguamente... A este respecto, añadía: “Las mozas ya no van a la fuente, ahora están todo el día pegadas a la pantalla”, pues en su juventud, las mozas del pueblo decían que iban a por agua a la fuente como excusa para ver al novio y allí “pelaban la pava”...

El altavoz del sentimiento

“¡Qué arte tiene Maruja!” -pensé- no nos conocíamos más que a través de la pantalla del televisor y el escucharla hablar me hacía sentir como si estuviera delante de mi abuela... Sin duda, el altavoz del sentimiento es potente y Maruja hablaba a través de él alto y claro... Cuando la escuché decir eso de “las mozas ya no van a la fuente” logró generar en mí una suerte de nostalgia, incluso consiguió dibujar en mi imaginación la fuente de Riaño, ahora huérfana de amoríos...

Hechos de historias

¡Ay, Maruja! Queda claro que somos historias, estamos hechos de nuestra propia historia que continuamente se ve nutrida al entrelazarse con la de los demás. Cada experiencia supone un nuevo capítulo en nuestro libro vital y es positivo seguir escribiendo para que la historia no dejé de crecer, de asombrarnos, para que nunca dejemos de aprender, de disfrutar del buen ganar y del demostrar saber perder y, para todo ello, es necesario recordar las lecciones de los capítulos anteriores que, aplicadas a nuestras páginas en blanco, pueden dar lugar a renglones francos, llenos de autenticidad y al navegar por ese mar de sabiduría que nos proporcionan las personas de edad sumado a nuestros propios años, caemos en la cuenta de que aquí no hay trampa ni engaño, que el título del libro puede resumirse en dos certeras palabras que obran magia, como cuando el prestidigitador entonaba eso de “¡abracadabra!”, pues resultan ser la llave maestra de cualquier lugar, tiempo y momento: ser humanos.

Sí, puede que ya no vayan mozas a la fuente pero Maruja, recuerda que tú bebiste de ella, eres una valiente.