Los Reyes no pagan en Bajo de Guía

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16 feb 2020 / 11:01 h - Actualizado: 16 feb 2020 / 11:03 h.
  • Los Reyes no pagan en Bajo de Guía

Ni Dioses, ni reyes pasan por taquilla.

Los republicanos pudieron emularlos una sola vez. Justo el dia que se proclamó la República, gratis el tranvía hacia la Puerta del Sol, mientras Alfonso XIII huía por Cartagena.

Prorrumpían en gritos tales como “el rey se va, el rey se ha ido, viva la República, viva el amor libre, viva la libertad”.

Ocurre que cada día de la semana, en ese mismo recodo por el que llegaron Felipe y Leticia, los desheredados de la tierra recorren la misma arena de Sanlucar, que conduce al Castillo de la Pantista, a los Astilleros que remozan vetustos barcos sin nombre y a las salinas extraviadas junto a La Algaida.

Y es que como decía Alberti, todos querríamos dejar de ser marinos, para ser salineros.

Es un paisaje desolador, donde la primera recomendación que me hizo alguien –que allí yace- fue no mirar a nadie, con el mandamiento de que cada alma que allí vaga, no quiere ser vista, ni sentida; tan hondas las íntimas nostalgias y tan inútil el afán por la desmemoria...

No queda en ese desolado camino un solo azulejo o mosaico, y la brea y hasta la mugre, entremezclados allende los anzuelos perdidos, asolan cada paso entre plásticos, sin rumbo ni dirección.

Pues bien, los reyes entraron gratis en Bajo de Guía, sobre un viejo Pantalán ahora remozado, encubiertos por la marea alta que todo oculta, mientras chipioneros y sanluqueños se agolpaban en la entrada, por el mismo apeadero que hasta hace unos días acumulaba verdina y mugre, pudriendo por inestable el sendero hacia el Real de San Fernando.

Y es que en los reyes todo aparenta teocéntrico, cuando lo telúrico es que la sal nace sobre el agua y el fango. Así que esa flor blanca no pudo crecer ayer sobre ese lugar entre ninguna parte y el olvido, ahora sí pintado con carmín barniz sobre lo que fueran grietas de milenios de azote insolente de la marea.

Ahora que el cortejo marcha y que espera Trump, lacado convenientemente por la multinacional Nadal, seguiremos caminando por los mismos senderos, en este país lleno de canciones tristes como el murmullo del olivo seco.