No eres una buena feminista

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Pepa Violeta Pepavioleta
21 jun 2020 / 17:13 h - Actualizado: 21 jun 2020 / 17:16 h.
"Tribuna"
  • No eres una buena feminista

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El sujeto político del feminismo se desdibuja de forma acelerada, motivado por un panorama que nos conduce peligrosamente a una competición muy patriarcal. Defender nuestra pureza feminista o dictar sentencia con cada argumentación, sin entusiasmo por la réplica, son actitudes más cercanas a los movimientos totalitarios que a los pacifistas. Llevamos meses entrando en una guerra que no conduce a nada. En una búsqueda absurda por ser la mejor feminista. Poniendo el dedo acusador en todas aquellas que cuestionan o preguntan si vamos por el camino correcto. Planteándonos si apartar a las que se desvían de los preceptos más puristas. ¡Tú no eres una buena feminista!, nos reprochamos unas a otras. Como si supiéramos de verdad hacia dónde nos llevará esta corriente de pensamiento... que justo se expande y abre paso a otra realidad no transitada, en el mayor contexto de incertidumbre de nuestra historia.

Pelea en la arena política

Hace unos días, de nuevo nos mentimos de cabeza en un barrizal político/feminista para explicar al mundo qué significa ser feminista. Montero se enfrentó a la diputada de Vox, Macarena Olona, con un gesto muy revelador de lo mucho que vende en este país la indignación; llevándose las manos a la cabeza ante un cuestionamiento de Olona a la falta de esfuerzo de las mujeres. Según Olona, no conciliamos ni sabemos gestionar esta crisis post COVID de los cuidados, simplemente porque somos una vagas. Tras un cruce de acusaciones (en el que se mencionó incluso la depilación femenina como punto reseñable para enseñar con orgullo el carnet de feminista) Montero nos deleitó con una intervención, que se ha convertido esta semana en lo más viral. Un video en el que se habla de la cultura del esfuerzo, pero también de la rivalidad entre mujeres y las estrategias patriarcales sutiles, que no vemos venir. Incapaces de no entrar al ring, con cada gancho vamos perdiendo sangre y no podemos perder de vista que en la arena política, las palabras son muchos más que armas; la kinésica también. Todo lo que debería unirnos como oprimidas, lo olvidamos en un segundo. Preferimos enseñar con orgullo nuestro carnet inmaculado de buena feminista, antes de plantearnos dónde nos llevan estas catfight y a quién beneficia la fractura del movimiento.

Los peligros de la teoría queer

Por si fuera poco, en estos días también la ministra Carmen Calvo y el ministro José Luis Ábalos han firmado un argumentario, en el que el PSOE mostraba su rechazo a las teorías queer que, en cuestiones como la transexualidad, niegan la existencia del sexo biológico. El texto ha abierto la caja de Pandora y una brecha con Unidas Podemos, que sí acepta estas teorías. Lidia Falcón, víctima de “Billy El Niño” y reconocida activista, libra también una batalla encarnizada con respecto a esta cuestión desde hace años. Como ella defiende, la teoría queer supone un auténtico peligro para el feminismo de barricada. Como ella, muchas feminista coinciden en que integrar esto supone asesinar la categoría “mujeres”. Un ejemplo más de violencia machista conceptual. El debate está servido, no solo por la disparidad de opiniones contradictorias dentro del movimiento, sino por todas esas veces que metimos de forma consciente la mierda debajo de la alfombra. Tarde o temprano se desborda y toca remangarse.

Las afrodescendientes contraatacan

Las feministas afrodescendientes llevan años reclamando que el movimiento feminista actual no las representan y tienen razón. Como feministas blancas y dentro de nuestro estatus de privilegio, hemos alimentado más o menos de forma inconsciente un activismo muy centralista y excluyente. Nos hemos volcado en luchar por nuestro derecho a conciliar sin renunciar, al salario digno, a disfrutar de las mismas oportunidades profesionales que nuestros compañeros... pero hemos olvidado por completo las necesidades de las afrodescendientes. Que ni siquiera llegan a plantearse esta lucha, porque andan enredadas en otras más primarias y que nosotras superamos hace años, precisamente por ese supremacismo racial que nos ha beneficiado toda la vida.

Frenar la explotación laboral, la violencia administrativa y judicial, los ataques racistas... son prioridad para ellas, pero a ninguna nos dio por preguntarles qué necesitaban, cómo sentían. Las queremos en la manis haciendo bulto y dando color y diversidad al tema (nunca mejor dicho) pero nos preocupa bien poco las particularidades de sus opresiones. Esta autocrítica se hace imprescindible para cualquier feminista ¿cuánta hipocresía estoy dispuesta a tolerar si es para satisfacer mi propio interés? ¿dejo de ser feminista cuando uso a mis hermanas para legitimar mi discurso eurocentrista? ¿son ellas que se desvinculan del movimiento menos feministas? Quizás, estén un poco hartas de ver como su lucha y su “negritud” se instrumentalizan por enésima vez.

Preocuparnos por la interseccionalidad

Si el movimiento feminista se olvida de la interseccionalidad, inevitablemente dejará fuera a muchas mujeres explotadas, violentadas... que necesitan subirse a este tren que las lleve a un lugar mejor. Ni la feminista más ilustrada es autoridad, para hablar por otra mujer. Hablar de mujeres afrodescendientes desde nuestra jerga supremacista blanca, por mucho que empaticemos, es pura demagogia. Simplemente no somos negras, ni nuestras antepasadas han sido mujeres negras. Igual que teorizar sobre machismo gitano sin ser gitana o el uso del velo siendo ateas. Por eso, necesitamos rodearnos de mujeres diversas: trans, prostituidas, negras, indígenas, gitanas, lesbianas, musulmanas, judías, con discapacidad, madres, empresarias, sin hogar... para crear un movimiento fuerte no excluyente.

Estamos en un extremo del eje y se hace imposible moverse en otra dirección, si no es de la mano de esas mujeres a las que tenemos la obligación de escuchar. Dejar a una lado ínfulas de grandeza academicista y colonial, para abrazar la humildad y la escucha. Trabajar desde un círculo de emociones y sentarnos a compartir nuestras opresiones históricas comunes, sin jerarquías, ni juicios. Apostar por lo comunitario, frente al individualismo. Escucharnos y escuchar el relato de nuestras hermanas, desprendiéndonos de sesgos patriarcales y por supuesto, guardando el dedito en el bolsillo. Gestionando la incertidumbre actual, sabiendo que aún con pilares sólidos, este movimiento está en continuo cambio. Convertirnos en seres líquidos, capaces de construir más allá de la lógica racional. En definitiva, preguntarnos quiénes somos.

Decía Abraham Lincoln que la forma más segura de predecir el futuro es crearlo. Improvisar, adaptarse, reconstruir, apostar siempre por la verdad en sentido amplio y alejar de la arbitrariedad nuestro derecho a vivenciar desde el amor y el respeto. Donde lo humano prevalezca siempre, por y a pesar de todo. Pepa Violeta

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