Los medios y los días

Oh, Change.org, me partes el corazón

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27 may 2022 / 04:32 h - Actualizado: 27 may 2022 / 04:32 h.
"Los medios y los días"
  • Oh, Change.org, me partes el corazón

Me irrita mucho esa empresa, Change.org, que casi todos los días me manda un correo electrónico por la cara y se mete en mi correo sin permiso alguno -como tantas empresas, así es esto- para solicitarme que firme algo a favor o en contra de los más variados asuntos. Y más me indigna la manera sensiblera y estúpida con la que aspira a atrapar mi firma para ganar ella dinero. Quienes se dedican a la actividad petitoria disfrazada de caridad y solidaridad me echan para atrás. Ese señor que se presenta en todas partes como presidente o no sé qué cargo en Save the Children a contarnos lo bueno que es él y dar dinero para su institución me tiene harto. De la Cruz Roja estoy hasta mi calva cuando aparece diciendo que está ayudando a Ucrania y a los países de su entorno, supongo que entonces a Rusia también, que sufre los efectos de las sanciones y no todo el mundo allí es hijo de Putin. Muy bien, si estás atendiendo a la gente para eso te crearon, Cruz Roja, no tienes que decírmelo, lo que hace tu mano derecha que no se entere la izquierda. Ah, no, es que también quieres dinero. Pues nada, no te preocupes, aquí estamos los demócratas para darte a ti y a todo el que haga falta porque como nos sobra... ¿Alguien más pide algo?

Change.org pide y pide con anzuelos como los siguientes, personalizados y todo (¿de qué me conocéis, pedigüeños?): “Mi niña se suicidó, Ramón”. A firmar para que haya psicólogos en los colegios. “La han matado, Ramón. Y sabían que era periodista”. A firmar para que no maten periodistas cuando eso va en el oficio si te metes en zonas de conflictos. “Mariupol ya no existe”, “Murió mi hija y nos piden 21.000 euros de indemnización”, “Mi hijo desaparecido por la «criptosecta», “¡Nos quitan la mitad de la pensión!”, “Estamos destrozados, Ramón”, “Ramón, ¿me ayudas a decir a Iberia que NO soy la Barbie Azafata?”, “Racismo en la frontera de Ucrania”, “Tengo la regla”. Esto último está más de actualidad todavía. Me dice Change.org: “Ramón, cada vez que menstruamos las mujeres necesitamos usar tampones, compresas o copas menstruales. No es un capricho, es una necesidad. Lo increíble es que a pesar de que estos productos de higiene femenina son esenciales, en España tienen todavía un IVA de un 10%. Por eso llevo años pidiendo reducirlo a un 4%, que es lo que les corresponde como producto de primera necesidad. En los últimos tiempos hemos visto cómo se ha reducido el IVA de los productos que se han convertido en primera necesidad por la pandemia como las mascarillas y tests de antígenos. ¿Cuándo le toca a los tampones y las compresas?”.

Me pregunto si me han tomado por el conseguidor, por Batman o por algún superhéroe de esos. O por Elon Musk o por Amancio Ortega o Santa Teresa de Calcuta. Incluso por San Judas Tadeo, patrón de las causas perdidas. Oigan, que yo soy Ramoncito, nacido en el barrio de San Vicente y un currante de familia modesta, inmigrante y trabajadora, ¿les pido yo algo? ¿Creen que el mundo se arregla con firmas y donaciones?

Claro que, como suele suceder, el fondo es otro. La investigadora de la Universidad de Valladolid Dafne Calvo es una de las pocas en España que ha estudiado el funcionamiento de Change.org. En un artículo publicado en Voz Populi en 2015, se desvelaba más sobre cómo Change hacía caja con los datos de sus usuarios. «Cobran [a las ONG] por cada correo electrónico y teléfono [compartido]», aseguraba el texto. En el mismo, un portavoz de la compañía decía que los ingresos eran de «decenas de millones de dólares», aunque la plataforma aseguraba que todos se reinvertían en su «misión». Desde entonces, los usuarios pueden unirse a un programa de socios mediante el pago de entre 5 y 20 euros al mes. Se convierten así en changers con «acceso a ventajas exclusivas». La plataforma advierte que, al no ser una ONG, la cuota no es fiscalmente deducible. Otra vía de ingresos consiste en peticiones patrocinadas por los propios usuarios. Tras firmar una campaña es posible aportar dos o más euros para contribuir a su difusión y que más gente la apoye. Y lo dejo ahí.

Nadie da duros a cuatro pesetas o euros a 90 céntimos (cuando llegó el euro, todo se redondeó hacia arriba, excelente solidaridad). La caridad y la solidaridad comienzan por uno mismo, si la gente es especialmente sensible a las desgracias ajenas eso también es negocio. Todo se compra y se vende. Qué lástima, con lo bien que estábamos cuando no sabíamos nada.