Pandemias y tragedias

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20 feb 2021 / 04:00 h - Actualizado: 20 feb 2021 / 04:00 h.
  • Pandemias y tragedias

Epidemias ha habido, y según dicen desgraciadamente habrá siempre, hambre, pobreza fiebre amarilla, gripe, y coronavirus.

Recuerdo que con el aceite de colza, que lo causo un bichito que si se caía se moría (según dijo el ministro de turno), a la gente le dio por matar pájaros, que creían causantes del mal.

En Madrid, el cólera de 1834, tiene unas características especialmente repulsivas. El pueblo al ver que aumentaban las defunciones, empezó a pensar, que el agua de Madrid estaba envenenada .Esto como dijo Galdós, cayó en el pueblo como la llama en la paja.

Se acusó a los frailes del hecho, y el populacho se dispuso a asesinarlos.

El cólera llegó a Europa en el siglo XIX procedente de la India, cuando apenas se tenía conocimiento de la enfermedad en occidente.

Se trata de uno de los episodios más vergonzosos de la historia, además de estar directamente relacionado con una pandemia.

Durante los 10 primeros días del mes, la prensa madrileña se afanó por disimular la situación real. Incluso, alguna autoridad dijo que no habría más de dos o tres casos.

La situación política y social era muy difícil: Fernando VII había fallecido el año anterior, dejando el país inmerso en una guerra civil y a la reina María Cristina de regente con la Isabel II de heredera niña. La vieja y repetida historia de las dos Españas, la partidaria de la causa de Isabel y la carlista, se materializó en revueltas que provocaron una migración masiva hacia Madrid ante el temor de las consecuencias del conflicto. Esta inmigración no encontraba acomodo fácilmente en la villa, derivando en un aumento de los pobres, la delincuencia la mendicidad, y el odio.

Los más desfavorecidos fueron objeto de las acciones iniciales contra la epidemia: se ordenó la expulsión de los “sin techo”, aparejada de una auténtica persecución y represión. Se demolieron también gran parte de los tejares o chabolas La depuración de “pobres” y mendigos fue a conciencia.

El psicótico comportamiento de las masas derivó en una especie de locura colectiva ante la idea de que el agua de las fuentes públicas hubiera sido envenenada por los frailes. Todo ocurrió entre la Puerta del Sol, la plaza de la Cebada, el convento de San Francisco el Grande y las calles de Atocha y Toledo.

En total unas 100 personas, en su mayor parte religiosos pero también algún seglar, fueron asesinadas ese día por la muchedumbre. Todo ello ante la pasividad de las tropas de la ciudad, que no hicieron nada por impedirlo.

Fue una auténtica orgía de sangre y venganza.

La idea de que el envenenamiento de las aguas era la responsable de la enfermedad se dio también en otros lugares del mundo entre las clases populares urbanas convencidas, de que detrás de esto, estaban las clases altas que querían reducir el número de indigentes. En Manila, en 1827, se atribuyó el supuesto envenenamiento a súbditos ingleses y algunos fueron asesinados; en París, en marzo de 1831, se culpó a los frailes, y en 1833 a los taberneros con la complicidad de la policía, siendo arrojados varios agentes al Sena.

Julio Caro Baroja afirmó que "no menos de setenta y cinco fueron los religiosos asesinados en Madrid el 17 de julio de 1834. En San Francisco el Grande, diecisiete padres, cuatro estudiantes, diez legos y diez donados; o sea, cuarenta y un franciscanos. En el Colegio Imperial de San Isidro murieron diecisiete jesuitas: cinco presbíteros, nueve maestros y tres hermanos. En el convento de Santo Tomás, seis dominicos (cinco de misa y un lego). Por último, en el de la Merced, siete mercedarios descalzos, conocidos, y otros cuatro cuyos nombres se ignoraban en la época”.

Pobreza, crisis política, pandemia y odio combinan mal.

Ya hay un español que quiere
Vivir y a vivir empieza,
Entre una España que muere
Y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
Al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
Ha de helarte el corazón.