Poliedro

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12 jul 2016 / 19:10 h - Actualizado: 12 jul 2016 / 19:14 h.

De ese milagro inmobiliario, la distancia orbital existente entre dos seres que comparten un baño de dos metros cuadrados durante décadas. Del empeño del tiempo por hurtar las redondeces de los glúteos de las mujeres para abandonarlas luego en el alto y bajo vientre. De la vulgaridad del verano y la melancólica introspección otoñal, la importancia del timbre de voz en los hombres y el sentido del humor en las mujeres. De la sima por la que se desvanece la dulce inteligencia de los niños tan pronto dejan de serlo y del universo liliputiense de los viejos. De la peor soledad, comparsa inseparable de las multitudes, la llaga ardiente que provoca la mordedura de la rata y el rumor vergonzante de su huida. Del asco que dan el poder que se desnorta, la corrupción, la injusticia y el arribismo, por más que se disfracen mil veces de lagarterana. De los tontos, los malos, los cobardes, los que hacen llorar y los que finalmente lloran. De la potencia conmovedora del coraje y la belleza, de tu quimioterapia y mi pasión por ti. De la importancia de no rascarse las heridas y los tópicos del viento en la cara, el buen salvaje y las ventajas de llevar una vida sencilla. De la temblorosa emoción de los primeros besos, la costumbre instalada en los últimos y del buen sexo, que es la sal y casi nadie se entera. Del silencio, los secretos inescrutables, o tal vez de la muerte, cada día más tangible y menos cosa de otros. De qué quieren ustedes que escriba un miércoles y otro y otro, si está dicho todo y hasta Pedro Almodóvar insiste en su última película con aquello tan novedoso del universo femenino.