Viéndolas venir

Que estás en los cielos

Image
Álvaro Romero @aromerobernal1
27 may 2021 / 16:55 h - Actualizado: 27 may 2021 / 17:01 h.
"Viéndolas venir"
  • Que estás en los cielos

Yo era uno de aquellos niños que rezaba el Padrenuestro al comenzar las clases al amanecer. Lo hacíamos medio dormidos, más como una salmodia que como un rezo sincero, evidentemente, pues le dábamos a cada verso o versículo el tono cancioneril de uno de las historias infantiles que ya habíamos olvidado. El mismo tono que al recitar las tablas de multiplicar, por ejemplo. Mientras tanto, unos sacábamos la libreta y lo imprescindible del estuche. Otros, se sacaban las legañas. El caso es que todos terminábamos con un “amén” cuya resonancia evidenciaba el hartazgo de comenzar tan monótonamente un día más o el alivio de ponernos a la tarea de veras. Ninguno de nosotros pensaba entonces en Dios, ni en el pan nuestro de cada día, ni en la tentación. Era solo un trámite verbal como cualquier otro para arrancar el día al que nos veíamos abocados por la inercia de un tiempo anterior que no nos pertenecía. Muchos años después, cuando yo empecé a impartir clases, me gustaba arrancar con un principio de novela distinta cada día. Y hoy me aterra que propongan volver sobre aquellos pasos perdidos, sobre todo porque quienes lo proponen no es por respeto a Dios, sino seguramente por otras nostalgias mal digeridas.

Lo mismo ocurre con el himno de nuestro país, que es un chunda-chunda poco analizable por falta de logos pero seguramente escalofriante para quienes les connota el espíritu de la supuesta raza y cosas así. El orgullo de ser español porque te nacieron en España. Dios, la patria, el rey y otras abstracciones como dogmas que son precisamente esos conceptos que deben desgranarse desde lo académico para no caer en las trampas del dogmatismo y otros fanatismos sin pies ni cabeza. Nuestra bandera y todas las demás como símbolos humanos a lo largo y ancho del mundo y de la vida. A la escuela se va a otra cosa, pero los unos no se enteran porque siempre proponen el lugar común de la felicidad y los otros tampoco porque la aprovechan para el adoctrinamiento. Qué hartazgo. Con lo sano que sería convertir en ley las ganas de aprender cosas nuevas y no de repetir cosas viejas, entusiasmarse con la infinidad del conocimiento, que estás en la tierra...