Opinión

María Graciani

Reorganizar las tumbonas del Titanic

Reorganizar las tumbonas del Titanic

Reorganizar las tumbonas del Titanic / María Graciani

Parece el título de algún tipo de juego de lógica (y, en cierta forma, lo es o, más bien de la carencia de la misma). En su libro Las 12 Palancas del éxito Stephen R. Covey nos comenta en qué consistía esta «curiosa» actividad de reorganizar las tumbonas del Titanic...

Había 614 tumbonas de madera en la cubierta del Titanic, cada día la tripulación las desataba y las disponía con sumo cuidado para el disfrute de los pasajeros (quienes, a su vez, volvían a moverlas a su gusto). ¿Te imaginas el momento del hundimiento y varias personas preocupadas en reorganizar las 614 tumbonas de la cubierta? «¡Qué sin sentido!» -habrás pensado, con razón- parece algo carente de lógica y, sin embargo, ¿por qué no nos extrañamos cuando en nuestra sociedad parece ser cada vez más habitual la presencia de «reorganizadores de las tumbonas del Titanic»?

Como habrás adivinado, la expresión va referida al hecho de dedicar tiempo a la realización de tareas vanas en lugar de emplearlo en lo realmente importante. En no pocas ocasiones, «lo habitual» dista mucho de ser lo correcto, pero como lo hemos visto más de una vez ¿qué sucede? que nos vamos acostumbrando, vamos aumentando nuestro límite de tolerancia, lo vamos aceptando hasta el punto en que comenzamos incluso a dudar de nosotros mismos y nos planteamos: «si muchas personas lo hacen así, ¿me estaré equivocando?»; en el caso del Titanic esto supondría bajarte del bote salvavidas y ponerte ayudar a reorganizar tumbonas... Si en el ejemplo se ve tan claro, repito ¿por qué no pasa lo mismo en la vida real?, ¿por qué hay cada vez más gente del club de «reorgaizadores de tumbonas del Titanic», dedicando su tiempo, su esfuerzo y su energía a tareas inútiles, a hacer cosas poco productivas? Si lo pensamos, cada minuto de nuestro tiempo que dediquemos a naderías se lo estamos robando a nuestro crecimiento personal y profesional, se lo estamos quitando a nuestra familia, a nuestro equipo, a nosotros mismos...

La indolencia, la instigadora

La principal instigadora de la proliferación de los «reorganizadores de tumbonas del Titanic» es la indolencia. Una persona indolente es alguien que no demuestra interés por nada, ni afecto ni aversión, por lo tanto, tendrá complicado crear satisfacción; la persona indolente carece de objetivos, por ello cae en cualquier sin sentido (y pronto, en el olvido, ya que quien no se empeña en dejar su personal huella... la tumba de su mediocridad sella) porque cuando no se le otorga valor a nada, ¿para qué priorizar?, de tal forma que lo importante y valioso se ve sustituído por lo accesorio, así se va creando un pobre repertorio (empresarial y humano), pues el fan de lo vano se va alejando, a grandes zancadas, del aporte sano, termina cayendo en el caos de la inutilidad y le será imposible conocer el significado del verbo «progresar».

Las vacunas de la indolencia

La buena noticia es que el «reorganizador de tumbonas» profesional ¡puede cambiar!, eso sí, si se lo propone porque la indolencia ¡tiene cura! La iniciativa, la diligencia, la sensibilidad son las vacunas que hacen reaccionar al organismo anclado en lo indiferente propiciando que comience a crear su presente. La sensibilidad nos hace valorar la realidad (y cuando valoramos, priorizamos) al tiempo que nos dota de creatividad (que es el germen del innovar), sin duda, nuestro mundo está necesitado de temperamentos artísticos así como del ingenio, la imaginación y la frescura que les son tan propios (sé que Sir Ken Robinson estaría de acuerdo) y que tanto bien harían a un universo empresarial hastiado de la mentalidad industrial. La iniciativa son las piernas de la actitud obrando su transformación en fructífera acción; la sensibilidad elige, la iniciativa ejecuta. La diligencia son las zapatillas de deporte de la iniciativa, la diligencia es la que procura que la propuesta progrese a buen ritmo y llegue a su término en tiempo y forma.

Con estas tres vacunas, de la indolencia ¡no quedará pista alguna!

Reflexiona sobre tu realidad, reflexiona sobre ti mismo y si identificas a algún «reorganizador de tumbonas», ¡no lo dudes, las vacunas toma y sentirás como los frutos de la sensibilidad, la iniciativa y la diligencia asoman!