Santuario de Fátima

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10 may 2019 / 08:17 h - Actualizado: 10 may 2019 / 08:20 h.
"Los medios y los días"
  • La ceremonia del rezo del rosario en Fátima durante estos días de Feria. Foto: Rosalba Mancinas-Chavez.
    La ceremonia del rezo del rosario en Fátima durante estos días de Feria. Foto: Rosalba Mancinas-Chavez.

En días de feria me llevé al Santuario de la Virgen de Fátima a una persona, mexicana y muy creyente, cuya madre, ya fallecida y también mexicana, sentía verdadera devoción por la virgen que, según la tradición, se apareció a tres niños pastores en Portugal, al norte de Lisboa, en 1917. La adoraba incluso más que a la Virgen de Guadalupe.

No era la primera vez que yo iba allí, siempre es interesante observar estas manifestaciones populares y además no cuesta nada ayudar a alguien a cumplir un deseo en el que él sentía que iba en representación del sueño que su madre nunca cumplió. Llegó y se postró en la basílica de Fátima, bajó la cabeza y se tapó la cara con sus manos para orar, supongo que en nombre propio y en el de su madre. Como saben mis escasos lectores yo no soy creyente pero estos momentos me resultan emocionantes y entrañables.

La persona de la que hablo es auténticamente cristiana, se arrodilló en el último banco de la iglesia, como si quisiera estar él solo con su oración, su madre y la virgen. Sabía de mi condición de ateo y sin embargo ambos hablamos con todo cariño de lo que estábamos viendo, él en todo momento me respetó y yo a él, por supuesto, porque hay que respetar a todas las personas que creen en algo noble y necesario como es la religión a la que cuatro progres ignorantes han decidido eliminar de los colegios igual que han procedido con la ética filosófica y, miren, contra la razón se puede luchar pero no contra la estupidez. Queramos o no, la religión es inseparable del ser humano en general y quienes hemos decidido tomar nuestro camino eso no podemos ignorarlo porque no es racional, no es científico.

En Fátima asistí a un rezo del rosario impresionante si te dejas llevar por las emociones. Se rezaron los misterios en los idiomas de la multitud presente: portugués, español, francés, inglés, italiano, coreano, polaco y croata. Al final, una enorme procesión con una cruz de guía iluminada ya en la noche que envolvía la enorme explanada del lugar y un pequeño paso con la imagen de la virgen. Miles de velas encendidas en la noche: silencio, rezos y cantos. Prefiero eso a la alegría de la feria de mayo –en la que no veo un auténtico fenómeno popular- aunque supongo que es más correcto decir que hay tiempo para todo. Pero yo necesito silencio para pensar y vivir un mundo tan complejo como el actual.

Mucha mercadotecnia en torno a la virgen, eso sí, la virgen ha hecho milagros, desde luego, unos no los veo pero en Fátima, en Lourdes, en El Rocío, crea puestos de trabajo gracias a la cantidad de personas que acuden a rogarle –de rodillas, moviéndose así por el suelo no pocas de ellas-. Los seres humanos buscan su supervivencia con estas actividades mercantiles, critican el hecho los pseudoprogresistas pero nunca dan soluciones alternativas porque no las tienen. No me gusta tanto merchandising pero lo comprendo. Suelo citar de vez en cuando al filósofo Emil Cioran: “Sacudir a la gente, sacarla de su sueño a sabiendas de que con ello se comete un crimen, y de que valdría mil veces más dejarla donde está, puesto que al despertarla no tenemos nada que proponerle...”.