La Tostá

Silverio o el gran olvidado de Andalucía

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
03 abr 2023 / 07:47 h - Actualizado: 03 abr 2023 / 07:51 h.
"Flamenco","La Tostá"
  • Silverio Franconetti.
    Silverio Franconetti.

Como ya demostramos hace años, el cantaor más importante de la historia del cante flamenco, Silverio Franconetti Aguilar, nació en la Alfalfa, en la calle Odreros, el 10 de junio de 1831, hijo de un romano y de una alcalareña. Sevilla, pues, le dio el primer beso de luz y el arte. De haber nacido en otra parte de España, seguramente tendría ya un monumento y un museo, pero lo hizo en Sevilla, ciudad por la que dio su vida como cantaor y empresario. Cuando murió, el 30 de mayo de 1889, la noticia de su óbito apareció en algunos diarios nacionales, y poco más. Parece que su muerte dolió más fuera de España.

Fue enterrado en el Cementerio de San Fernando de Sevilla al día siguiente y a día de hoy, o sea, más de ciento treinta años después, en la capital andaluza no hay nada que recuerde al genial artista, al hombre que comenzó a dignificar el género, la profesión de cantaor, guitarrista o bailaora. Él mismo pedía que se le pusiera “artista” en sus documentos, como lo demuestran infinidad de papeles localizados en gobiernos civiles, censos de vecinos, parroquias o actas notariales. Seguro que dijo más de una vez: “No soy jornalero, soy artista”.

Hasta que Silverio no se puso al frente de un café cantante de la calle Amor de Dios, de Sevilla, de director, el flamenco no empezó a ser tenido en cuenta como un arte que de verdad representaba a Andalucía. Luego se asoció con otro sevillano olvidado, el macareno Manuel Ojeda Rodríguez El Burrero, con quien dirigió el Café del Burrero, que estuvo primero en el número 1 de la calle Tarifa, en la mismísima Campana, y más tarde en la calle Sierpes. En ese mismo domicilio, Tarifa, estuvo el Salón Recreo, de gran fama. En 1881, cansado de discutir con el Burrero y Frasquito el Manga, abrió su propio café en el número 4 de la calle Rosario, el Salón Silverio, logrando que fuera el café flamenco más importante de la historia de este arte.

A pesar del éxito, el artista sevillano sufrió el acoso de la prensa de la ciudad, de tal manera que abrió otros cafés en Córdoba, Huelva y Badajoz, en los ochenta, para dejar Sevilla. Días antes de su muerte estuvo gestionando un local en Madrid para, seguramente, acabar sus días en la capital de España, con su café sevillano ya cerrado. Pero todo fue llegar y murió de forma repentina en su piso de la Plaza de San Francisco, siendo aún un hombre joven. Tenía solo 58 años.

Aquel niño sevillano criado en Morón de la Frontera, llamado el Rey del Cante incluso por los gitanos, el verdadero padre del cante flamenco, es el gran olvidado de Sevilla. Y no solo de Sevilla, sino de Andalucía. ¿Cómo es que Málaga, Cádiz o Jerez se han olvidado también de Silverio? ¿Qué hubiera sido del flamenco en esas ciudades sin el hombre que le dio valor al tesoro que tenían? No solo a sus cantes, sino a sus artistas. ¿Quién trajo a Sevilla a los Ortega de Cádiz, y a Rosario la Mejorana, las Coquineras del Puerto, Paco el Barbero, las Roteñas o el Moreno de Rota? ¿Quién a Paco la Luz, sus hijas La Serrana y La Sordita, Josefa la Chorrúa o su sobrina La Malena? ¿Y quién a Juan Breva, El Canario, Concha la Carbonera, su comadre La Escribana, La Trini o El Perote?

Llevo años clamando en el desierto. Como Silverio hace más de siglo y medio.