Desvariando

Todos los días iguales

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
03 sep 2022 / 09:43 h - Actualizado: 03 sep 2022 / 09:47 h.
"Desvariando"
  • Todos los días iguales

Recuerdo el coraje que me daba cuando mi madre, ya anciana, solía decirme que para ella todos los días eran iguales. Yo en cambio le decía que, desde niño, celebraba la llegada del fin de semana con confetis, quizá porque trabajaba como un mulo –sí, con 12 o 13 años–, aunque cuando arregle lo de la jubilación no constarán en la vida laboral. Cuando llegaba el sábado estaba agotado, pero adoraba vestirme y vacilar delante de las niñas del pueblo. Por eso no soportaba que la persona más importante de mi vida, la única que me ha querido como soy, dijera que todos los días eran iguales para ella. Iguales de tristes, de aburridos, esperando que alguien la cogiera de la mano para hacer el último viaje.

A los ojos de mi madre

los está secando el tiempo.

Cuando dejen de mirarme

nadie me verá perfecto.

Me parece mentira que ahora sea yo quien ve iguales todos los días, quizá por la rutina, aunque suelo hacer muchas cosas distintas a lo largo del día, sobre todo trabajar. Da igual que sea un domingo, que un jueves. Y sin tener la seguridad de que voy a descansar por fin tras más de cincuenta años de trabajo, de esa enorme responsabilidad que supone buscarse la vida.

El gran torero Juan Belmonte estaba una mañana en la puerta de un hotel madrileño y se le acercó un torerillo de Triana para saludarlo. Le preguntó qué hacía en Madrid, y el torerillo le respondió: “Buscándome la vida, maestro”, quizá esperando unas monedas para poder desayunar. El Pasmo de Triana, aunque naciera en el Barrio de la Feria, le espetó: “Ya somos dos, paisano”.

Es duro tener que seguir buscándose la vida ya a estas alturas, pero no hay más remedio. Y el país está cada día peor. Seguimos siendo el país con más paro de Europa. No sé cómo lo logramos, pero siempre estamos a la cabeza del desempleo, sobre todo cuando gobierna la izquierda. La solución, según el multimillonario mexicano Carlos Slim, sería trabajar solo tres días a la semana y jubilarse a los 75 años. O sea, jubilarse y palmarla a los tres días, con lo que se ahorrarían las pensiones, que de eso se trata, de que los ciudadanos nos busquemos la vida mientras los gobernantes se dan la vidorra a nuestra costa.

Con este panorama no me extraña que vea ya todos los días iguales, como mi madre, y que comience a esperar cada mañana que alguien me invite a bailar. Porque la sensación es que estoy en una fiesta en la que nadie me invita a bailar. No es soledad, es cansancio, desgana, hastío...