Por Alejandro Caicedo, ganador de la XII edición www.excelencialiteraria.com

No es habitual que me guste más la traducción del título de una película extranjera que en su idioma original, pero aquí, esperando el tren de cercanías que me llevará de vuelta a la ciudad, caigo en que Tú y yo es una traducción muy acertada para An Affair To Remember, de Leo McCarey. No estoy seguro de si el acierto es casual o si alguien en el departamento de traducción de la 20th Century Fox tuvo una revelación después de ver la película. Ciertamente, es algo que no tiene mucha importancia, pero es evidente que Tú y yo supone una condensación lingüística mucho más adecuada que “Un romance para el recuerdo”, según la traducción literal del titulo original, si tenemos en cuenta cómo trata McCarey la relación de Cary Grant y Deborah Kerr en el tiempo y, sobretodo, en el espacio.

Entiendo que el título elegido en su día por McCarey fue una invitación indirecta al público (o target, en los términos propios que ahora rigen el mundo del cine) de la época: «Ven a la sala, paga los veinticinco centavos que cuesta la entrada, siéntate cómodamente y yo te prometo un romance que no vas a olvidar». No cuestiono esta propuesta, pues seguro que funcionó. Cientos de miles de estadunidenses acudieron con sus veinticinco centavos, dispuestos a conocer qué había de inolvidable en el nuevo filme de Leo McCarey. Al fin y al cabo, el director no rodó -dos veces, por cierto- la cinta para que yo hiciera estas elucubraciones mientras espero el R2, que me llevará de vuelta a Passeig de Gràcia, aunque me viene bien estar distraído en mis cosas.

Volviendo a la traducción que nos interesa: Tú y yo, distingo dos pronombre personales de uso más que frecuente en castellano y un conector –igualmente frecuente– que hace de puente entre ambos. ¿Qué ventajas tiene frente a su título original? Me remito a la sensación primera que tuve después de ver la película: Kerr y Grant hacen de Nueva York y la costa mediterránea un escenario magnifico (y dual) para el desarrollo de su relación amorosa. A su vez, esas localizaciones están conectadas entre sí de forma magistral (los escenarios resultan maravillosos gracias a los cuidadosos encuadres y la relación entre estos espacios, mérito de la maestría de Krasner y McCarey) mediante el transatlántico en el que los protagonistas se conocen. Es decir, el traductor escribió el haiku perfecto para una de una de las mejores películas del siglo pasado. ¿Una de las mejores películas del siglo pasado?... Ahora mismo, durante la espera del R2 en la estación del aeropuerto, sí. Igual mañana no, pero así de caprichosa es la vida.

Es poco habitual un título tan corto y tan directo en las traducciones españolas de las películas de Hollywood, que solían buscar el impacto y, en algunos casos, el horror -en todos sus sentidos-, mediante una extensa palabrería. Tú y yo no es una cinta excesivamente larga, pero tampoco es breve. Se extiende 119 minutos, en los que la narración del romance está fragmentada en los breves periodos que ambos pasan juntos a lo largo de mucho tiempo. Sus circunstancias y las circunstancias que introduce el guion durante el transcurso de la película, hacen imposible la continuidad de su relación. Y me pregunto por qué tarda tanto este cercanías... Empieza a hacer frío... Los pasajeros que esperan el mismo tren me miran de soslayo porque soy la única persona en el andén que no lleva maleta. ¿Es que nunca les han ido a despedir a un aeropuerto?

La limitación de palabras en el título traducido, también rema a favor de las circunstancias dramáticas que empujan la historia de amor, dada la idea de brevedad que introduce casi automaticamente en el espectador. Está claro que si McCarey y Cram -como guionistas- hubieran querido que todo fuera sencillo para los protagonistas, no nos encontraríamos ante una de las mejores películas románticas de todos los tiempos y, por supuesto, no se habrían apresurado en prometer a los espectadores un romance para recordar. Porque son exactamente los encuentros y desencuentros de estos desgraciados amantes los elementos inolvidables de Tú y yo.

Una vez empieza la película, más que una alusión directa al espectador, McCarey recurre a su memoria emocional. Nos pide que pensemos en un amor que no pudo ser, pero que tal vez se cumpla algún día. Hasta la persona más feliz del planeta tiene una experiencia de frustración. Y aquí descubro la inconveniencia del titulo original: para ser coherente con su historia, McCarey debió haber ofrecido al público americano el sencillo ejercicio de “rellena los huecos” que la traducción adaptada al español propone al espectador, al que le resulta fácil identificar Tú y yo con un espejo que refleja ese amor que no pudo ser pero que quizá un día será. tiene el nombre de ese amor; Yo tiene el nombre de cada espectador, según la lógica, instaurada en el cine, que asegura la proyección que nosotros hacemos de las películas -y de cómo están contadas y filmadas- en nuestra propia vida. Si no fuera así, el interés por el cine y el interés por ir al cine no habrían llegado a ser universal.

Por fin ha llegado el tren. Dejo que primero salgan los viajeros con sus maletas a rastras y el pasaporte en una mano. Cuando subo, me pongo a pensar y me doy cuenta de que no sirve de mucho darle más importancia que la que tiene al título. Después de todo, ya estás en el avión y Yo ya estoy en el tren.