La Tostá

Una escuela de perdón

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
07 oct 2020 / 07:27 h - Actualizado: 07 oct 2020 / 07:31 h.
"La Tostá"
  • Una escuela de perdón

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Anoche me dio por reflexionar sobre el odio y llegué a la conclusión de que en realidad no sé lo que es. Quiero decir que creo que no he odiado a nadie en mi vida, quizá porque me crió una mujer, mi madre, que teniendo sobrados motivos para odiar porque la vida fue muy perra con ella, se murió sin haber odiado a nadie. Un día fuimos de visita a Arahal, nuestro pueblo, y visitó a su mejor amiga en la calle María Beltrán. Se abrazaron, lloraron, se rieron y, sobre todo, recordaron la infancia de dos niñas, una rica y otra pobre. Cuando nos fuimos, de camino a Sevilla me fue contando cómo era la familia de su gran amiga, que era hija de un señor de dinero, aunque no terrateniente. Cuando murió mi padre, en 1960, mi madre tuvo que hacer de todo para darnos de comer a sus tres hijos, el mayor con 4 años. Iba a la casa de esta familia a lavar en un lebrillo y fregar suelos, y cuando acababa, reventada, le daban una fiambrera de garbanzos, una jarrita de leche y una hogaza de pan. Ese era el pago la mayoría de las veces. Cundo me dijo eso salí de la carretera, paré el coche y le pregunté que cómo quería tanto a su amiga y guardaba tan buenos recuerdo de esa familia, si la explotaron de aquella manera. “Porque gracias a aquellas fiambreras de comida, las jarritas de leche y las hogazas de pan que me daban, estás tú aquí”, me respondió. No los odiaba, los quería con locura. Si alguna vez pensó que la explotaron, los perdonó. Seguramente por eso nunca he sabido lo que es el odio, porque me educó aquella mujer tan íntegra valiente.

Algunos amigos me han preguntado que por qué no desprecio públicamente a ciertos políticos de la derecha o la ultraderecha que, según ellos, son malos, los malos de la película. ¿A Pablo Casado o Abascal, por ejemplo? ¿Tengo que odiarlos y decirlo públicamente en mis columnas para quedar bien ante la izquierda revanchista que odia y no perdona? Podría odiar a Zapatero, por abrir la herida de la Guerra Civil y las dos Españas, o a Pedro Sánchez e Iglesias por estafarnos y llevarnos a la ruina. Pero es que no me sale, y el odio lo llevas dentro o no lo llevas. Provoca el deseo de hacerle daño a alguien o que lo parta un rayo, y jamás he deseado nada malo a los citados políticos. No los voto, y con eso basta. Mi madre, o mi casa, no era una escuela de odio sino de perdón. Y eso es lo que hacen falta en España, escuelas de perdón y no de odio. Cuando veo a jóvenes en las manifestaciones con la cara tapada pegándoles a los policías o quemando el mobiliario urbano me echo a llorar porque estoy seguro de que están equivocados. Aunque Iglesias les dijera una vez que se emocionaba viendo esas terribles escenas de policías siendo pateados en las calles, o al revés. ¿Qué motivos tiene para odiar un joven de 20 años nacido en democracia que ha podido ir a la Universidad y que conduce un buen coche y viste ropa de marca? Calentado, además, por líderes políticos que, como Torra, han trabajado solo dos años y medio y han solucionado su vida. Lo dijo Maya Angelou: “El odio ha causado muchos problemas en el mundo, pero no ha solucionado ninguno”.