Ha terminado una Feria en la que la mejor noticia es que lo peor que ha ocurrido ha sido la lluvia, y se despide con la curiosa circunstancia de que no se sabe la fecha de arranque de la próxima edición. Esta decisión queda en manos de los propios sevillanos, que van a ser llamados a participar en una consulta para determinar qué modelo de celebración prefieren, si mantener el actual o apostar, por ejemplo, por una alternativa como la ya planteada por el alcalde, Juan Espadas, de que los días de farolillos vayan de sábado a sábado.
En materia de las principales fiestas de la ciudad no hay molde permanente que valga porque, aunque parezcan inamovibles, van cambiando más de lo que la memoria cree recordar. La clave en los cambios que se planteen es no desnaturalizar la celebración de turno, un riesgo que está ahí cada vez que se abre un melón de este tipo. Pese a ello, con la Feria ha llegado la hora de dar este paso porque tiene demasiadas cuestiones pendientes de resolver como la preferia, el día festivo o la evidente decadencia del domingo. Y es que llevamos demasiados años dándole vueltas a estas cuestiones como para no abordarlas ya.