El odio y los límites

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14 mar 2018 / 08:29 h - Actualizado: 14 mar 2018 / 08:32 h.
  • El odio y los límites

Sería muy importante y muy conveniente que en la sociedad actual se tuviera claro dónde se encuentran los límites de cada cosa. Siempre los hay, siempre marcan un espacio que deja de ser de normalidad para convertirse en indecente, inmoral o intransitable. Los límites existen y hay que conocerlos.

Con la muerte del pequeño Gabriel algunos de esos espacios que no deben pisarse se han invadido con total naturalidad, por ejemplo, por parte de las personas en las redes sociales. Se han podido leer mensajes insólitos e indignantes en los que toda la colonia dominicana o todas las mujeres de aquel país o, sencillamente, todas las mujeres, eran señaladas por lo que ha hecho una persona probablemente en solitario. El odio se ha disparado. Se ha mezclado un asesinato horrible con la reforma del código penal español o ese debate sobre la prisión permanente revisable que coincide con la muerte de Gabriel y que estaba previsto con anterioridad. Las opiniones disparatadas conviven con las más cautas y sensatas. Pero es la especulación la que gana la batalla como ya es costumbre. Todo esto, sencillamente, no puede ser.

No se libran los medios de comunicación cuando en los programas de televisión, por ejemplo, se preguntan cosas como «¿qué se le pasaría a esta mujer por la cabeza antes de hacer lo que hizo?» y, lo peor, se contestan como si alguien supiera algo. Por supuesto hablamos de opinión y no de información aunque la premura lleva a que se puedan ver titulares, tal y como ocurrió ayer mismo, opuestos por completo. Esa premura que resulta inexplicable cuando el objetivo es informar bien, contar las cosas con toda la objetividad que sea posible y no a toda prisa. La información también corre peligro.

Las cosas importantes y que afectan a las sociedades de forma sustancial no pueden cambiar a modo de reacción ante un hecho concreto y aunque este sea tan terrible como ha sido la muerte del niño Gabriel. Y las fuentes de información contrastada no pueden confundirse con las opiniones que se vierten en las redes sociales ni deben convertirse en circuitos de velocidad. No podemos transformar una oportunidad como internet en un nido de odio o un motor de cambios insensatos.

Los límites deben conocerse para no saltarlos y es fundamental que la sociedad tenga información para que pueda ir construyendo un criterio muy necesario.