Los rincones que el hombre ideó jamás deberían perder memoria. Ni parajes ni carreteras. Una de estas nos va a llevar a este fantástico viaje. Es la antigua C-433. Una vía que ya en su día fue descatalogada y que hoy vuelve a funcionar, aunque con el disfraz que le dio el nuevo bautismo, el de A-8101. Burocracia al fin y al cabo. Esta carretera une las localidades vecinas de la Sierra Morena Sevillana que llevan por nombre El Pedroso y Cazalla de la Sierra. Pero no solo eso. Esta vía nos une a un pedazo de la historia de esta humilde comarca.

En el kilómetro 8 de la nueva nomenclatura, o en el 79 que marca aquel hito gigantesco de piedra al margen del asfalto, se alza una construcción que a primera vista bien parecería una construcción maya, pues su forma piramidal engaña al ojo de vil manera. Parados a contemplarla vemos algo más en ella. Se trata de la fachada principal de la central de lo que en su día fue la cooperativa Colonias de Galeón. A principios de julio, un enorme latifundio en el término municipal de Cazalla fue el escenario perfecto para crear un producto exquisito, como lo es el vino, y también una forma de vida, una vida conformada por colonias. Fue la Junta Central de Colonización la que ideó el proyecto.

Ese enorme latifundio sería dividido en parcelas que se denominarían colonias. Cada una de ellas estaría conformada por una pequeña vivienda. Siempre orientadas al suroeste. Tres habitaciones y otra estancia que hacía las veces de salón, comedor y cocina. A cada uno de los lados de la casa, un henal, sin comunicación con la vivienda principal. Junto a la casa, su viña. Una extensión de mayor o menor tamaño dependiendo de las características orográficas. Además, en una ladera de la sierra, un lote. Una porción de tierra para llevar una siembra paralela.

Fue el propio Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra quien llevó a cabo la selección de los socios. Éstos tenían que cumplir con algunas condiciones. La primera, ser de Cazalla. Era imprescindible, además, estar casado, ser campesino y gozar de buena reputación. Así, poco a poco se fueron poblando las colonias.

El proyecto de construcción de las mismas recayó en la empresa de Salvador Rus López, en la que fue su primera obra como contratista. Se construyó de forma precisa para que la producción fuera lo más lógica posible, colocando la central a pie de carretera con la intención de llevar a cabo una carga de camiones mucho más fácil. No fue lo único que se ideó con vistas a una mayor comodidad. Debido a la cantidad de socios y familias que se fueron formando en la zona se construyó una escuela, un economato e incluso una iglesia. Todo ello con una simetría que llama poderosamente la atención.

Los socios, o colonos, fueron humildes, amigables y trabajadores. La mujer contribuía en las labores de la colonia y los hijos de los colonos se enamoraban y casaban. La vida podría haber resultado maravillosa en aquel idílico paraje de no ser porque no se tuvieron en cuenta ciertas características del terreno. Una de ellas es la escasez de agua. Las colonias y toda su infraestructura se idearon pensando en una producción superior a la que finalmente tuvo. Las enfermedades típicas de cultivo y esa escasa producción hicieron que casi treinta años después de la primera cosecha el proyecto no fuera rentable. Se unió a una despoblación general y las Colonias de Galeón se vieron paulatinamente abandonadas. Las viviendas fueron cedidas a sucesores de los dueños, vendidas sin escriturar o simplemente abandonadas al olvido.

Hoy, cuatro familias viven en la zona. Nada tienen que ver con los antiguos socios de la cooperativa. Una de ellas es Ángela Yáñez, quien adquirió una de las colonias para vivir tras su jubilación. La mayoría de éstas, explica, han sido compradas, y son ocupadas durante fines de semana o periodos vacacionales. Entorno a las mismas ha surgido un movimiento asociacionista que ha llevado a cabo la señalización de las mismas. En sus carriles, en gran mayoría llevados a cabo por ellos mismos cediendo parte de sus lindes. La asociación, presidida por la propia Yáñez, lucha por las mejoras necesarias para la zona de las colonias, por servicios tan simples como el de correos, pero sobre todo por recuperar una parte de la historia que parecía abocada al olvido.

Este viernes, 29 de junio, se abrirá a los ojos de los cazalleros en una exposición que conmemora el centenario de su creación. Cien años cargados de momentos, de formas de vida y de una producción que apenas duró treinta años pero que dejó al borde de una carretera olvidada un rico patrimonio industrial, sentimental y rico en historia.