La sonrisa de un niño bien vale un pincel

Más de un centenar de alumnos de las escuelas de pintura de Carmen Meléndez ponen color a la sala de urgencias de pediatría infantil del Hospital de Constantina. Se llevó a cabo a lo largo de dieciséis horas. El motivo escogido ha sido el de un valle encantado.

05 oct 2019 / 10:31 h - Actualizado: 05 oct 2019 / 10:33 h.
"Pintura"
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Nunca un pincel dio tanta vida a una estancia. Nunca la pintura pintó tantas sonrisas. En el mes de junio la constantinense Carmen Meléndez se embarcaba, junto a dos alumnas, en un ambicioso proyecto humanitario como era el de llevar la pintura a los más desfavorecidos en la ciudad peruana de Abancay. Nacía en ese momento Pintando sonrisas por el mundo. En este mes de octubre, la profesora de la Escuela de Pintura El Gurugú de Constantina vuelve a ser noticia, y es que la paleta de colores de su grata humanidad vuelve a regalar sonrisas. Desde ahora, y gracias a la colaboración de más de un centenar de pintores alumnos de Meléndez, la sala de urgencias de Pediatría infantil del Hospital de Constantina se convierte en un valle encantado, donde el señor conejo preside la escena.

Según proyecta la ideóloga del proyecto, se trata de una continuación de Pintando sonrisas por el mundo. Un proyecto que “no podía quedarse sólo en Abancay” y que persigue el mismo propósito que la experiencia llevada a cabo en junio, dotar de esa sonrisa a quienes lo pasan mal. En esta ocasión, la ejecución no ha volado demasiado lejos y se ha llevado a cabo en su Constantina natal, concretamente en el Centro Hospitalario de Alta Resolución. Allí planteó Carmen su solidaria idea a Francisco Hidalgo, supervisor del Área de Urgencias y este lo trasladó a sus superiores. La respuesta final fue afirmativa, aunque eso sí, contaba con ciertas restricciones.

Handicaps

Tal vez el resultado final no hubiera sido el mismo si las circunstancias hubiesen sido otras. Sin embargo, las dificultades del camino han hecho del resultado final algo sublime. Y es que, tal y como confiesa Meléndez, ha sido algo extraordinario desde el principio hasta el final. La respuesta, como señalamos, fue positiva, pero eso sí, se atenía a ciertas condiciones. En primer lugar, la sala no podía estar cerrada durante más de un día, por lo que contaban con apenas 24 horas para realizar tan faraónico proyecto. Pero eso no es todo, otra condición era que no podía quedar en el ambiente olor alguno a pintura. Otro reto más. A pesar de las adversidades Carmen fue valiente y aceptó las condiciones.

La maratoniana jornada comenzó a las 7 de la mañana del miércoles y finalizó a las 11 de la noche de ese mismo día. En total dieciséis horas de un trabajo en el que participaron unos ciento veinte pintores y pintoras procedentes de su escuela de Constantina y también de la que dirige en Guadalcanal. Unos auténticos profesionales de edades comprendidas entre los 72 años del más longevo hasta las 6 del más pequeño. El resultado final es el de un valle encantadado que desde ahora hará la espera más agradable a unos niños que a buen seguro perderán la vista en ese conejo que ataviado con una bata médica les da la bienvenida en la puerta, o mirarán a través de las ventanas de las setas que brotan del suelo.

Buena recepción

Como es lógico, la iniciativa y el posterior resultado ha contado con la felicitación ya no solo de parte del Hospital, sino de todo aquel que ha sabido de este proyecto. Tal es así que, a pesar de la caída de internet que ha tenido sin este servicio a la comarca durante 24 horas, el alcance del evento mediante las redes ya supera las veinte mil personas. Un dato nada despreciable para una iniciativa cargada de buenas intenciones, altruista y que ha conseguido, y conseguirá de por vida lo que se proponía, pintar nuevas sonrisas.