En Burguillos no hay cine. Por eso Antonio Cuesta (1989) solo veía películas en la gran pantalla dos veces al año. Pero la magia de ese arte embaucó su corazón y «con apenas 11 años» fue forjando un objetivo en su mente, dedicarse profesionalmente al cine. Ahí comenzó a trazar un camino de aprendizaje y películas. Antonio quería ser director de cine.

Para ello había que formarse en la profesión. Tras licenciarse en Comunicación Audiovisual en Sevilla, completó sus conocimientos con un máster en guión de cine y televisión en Madrid. La formación, la incipiente práctica –como ayudante de dirección en la serie de televisión El Secreto de Puente Viejo– y los compañeros de aulas le dieron las herramientas para hacer realidad aquella determinación infantil.

Dando pasos cortos y seguros, sin querer abarcar más de lo que puede, Antonio aspira a «dirigir películas en un futuro, pero creo que en los inicios hay que ser si no más humilde, sí más recatado». Por eso, sin quitarle valor, recurre al cortometraje.

En 2013, «ahorrando con esfuerzo e ilusión», reunió los 1.000 euros necesarios para su primer corto, Umbilical, «una historia sobre la crueldad, con una protagonista que lleva a cabo cuestiones de dudosa moral». Recurriendo a compañeros, conocidos y anuncios en internet, fue configurando un equipo. Y en este primer trabajo comprendió que «no tenía que saberlo todo, tenía que buscar al mejor en cada ámbito para encargarse de un departamento: fotografía, reparto, montaje, sonido, música. Mi función era coordinarlos y liderar el equipo».

El resultado tuvo poca repercusión. Pero «nunca hay nada malo en cualquier decisión, y un paso puede llevarte al siguiente». Este trabajo fue la carta de presentación que convenció a la actriz Neus Asensi para protagonizar su siguiente corto, Angélica, realizado en 2014, que también contó con Antonio Dechent. Un cortometraje dramático con aire del cine de los años 50, financiado gracias a un crowdfunding o micromecenazgo a través de internet, y que «para tratarse de un corto inaccesible ha participado en 20 festivales».

Lejos de presunción por este gran paso, Cuesta mantiene que «tengo la suerte de que lo que escribo gusta o llama la atención». Esa atracción la motiva una forma original de contar las historias. Porque «el cine es mirada y luz», y Antonio tiene la virtud de mirar de forma original. «Si no haces algo diferente a lo que existe no vas a poder enfocarlo a construir una carrera».

Todavía se define como cortometrajista o realizador. Cree que el cine, además de un arte, es una industria y un negocio, pero como tal, él aún no ha obtenido beneficios con ello. Sin embargo, a pesar de no tener ese aval económico y de la taquilla, se siente director de cine y, sobre todo, profesional: «He tratado de profesionalizar mi trabajo lo máximo posible, aunque no haya dinero las actitudes y los modos de trabajo son profesionales». Para ello tira de «ser claro y honesto conmigo mismo y con todos, respetando al equipo y haciendo un trabajo serio». Por eso asegura no tener las excentricidades que se cuentan de este mundo. «Me sentiría incómodo. No tengo derecho a ir de divo y hacer que la gente pierda su tiempo».

En su obra están sus inquietudes como realizador, sus vivencias y su forma de interpretar el mundo, «escribir situaciones que veo me ayuda a comprenderlas». En esta carrera de fondo hasta llegar a ser director, siente que ha aprendido a «conocer mis límites, y dentro de ellos explorar todas las posibilidades que me beneficien». Y con estos mimbres anda culminando su tercer corto, La Plaza, donde deja el drama –«donde me siento más cómodo»– y el blanco y negro para rodar una comedia en color sobre la ansiedad de un torero antes de salir al ruedo. Siempre buscando dar una vuelta más de originalidad, porque «veo trabajos que son olvidadizos, si no eres original no se van a acordar de ti».

En sus planes entra estrenar el tercer corto y reescribir la película que presentó como trabajo de fin de máster, para empezar a darle vida al proyecto. Y para que haya cine en Burguillos, dirige y trabaja con esmero en el festival de cine andaluz que se celebrará en la localidad el próximo mes de junio. Todo ello compaginado con su trabajo como profesor de apoyo por las tardes en un colegio, fotógrafo de bodas, bautizos y comuniones, y extra ocasional «en papeles de árabe». Fijándose en aquello que «tiene importancia socialmente, necesita o merece ser contado», para con mirada y luz de cortos hacer cine que cuente la vida.