Semana Santa
El Pregón de la Luz
Juan Miguel Vega hace soñar a Sevilla desde el atril del Maestranza
Su intervención, a la altura de las expectativas, comenzó con un elogio de la ciudad y desembocó en el día más anhelado por los cofrades
A las 12:05 de la mañana arrancó el Pregón de la Semana Santa de Sevilla con la marcha Macarena de Abel Moreno. Unos segundos antes, el pregonero, Juan Miguel Vega, se colocó en medio del escenario y recibió el primer aplauso del auditorio con la mano en el corazón.
Manuel Alés, Delegado de Fiestas Mayores, se dirigió al Arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, para pedirle la venia, se colocó las gafas y comenzó a decir «¿Estáis puestos?», en claro homenaje a Antonio Burgos. Seguidamente, tras nombrar a las autoridades, se mostró como «el niño y el joven» que tantas veces estuvo sentado entre el público, «con un nudo en el estómago», disfrutando «cómo se llevan los pasos andando sobre los pies», en un precioso guiño a José Luis Garrido Bustamante. «Hoy me abrazo a esta madera con la misma fe con que tantas generaciones de cofrades lo hicieron anteriormente», dijo antes de dirigirse a los barrios «que necesitan una atención preferente», dar las gracias a los artesanos y músicos y elogiar a los servicios públicos que garantizan que las cofradías discurran por las calles.
Para presentar a Juan Miguel Vega, Alés nos situó en «la priostía de cualquiera de nuestras hermandades» y recordó a los «jóvenes con bata blanca» que limpiaban plata mientras escuchaban por la radio «la voz clara, reconocible y auténtica» del periodista de Canal Sur. «Esa voz que hoy pregona a Sevilla, la de un cofrade de Rochelambert». Sin solución de continuidad, el delegado trianero señaló que «el pregonero es barrio y niño de grupo joven» cuya profesión, la radio, «es su gran pasión». Es asimismo padre de «Juanmi, Raúl e Ignacio» y compañero de vida: «Isa es al pregonero lo que la rampa del Salvador al misterio de la Borriquita». Para terminar, el delegado le recordó a Vega Leal que tenía las Puertas de Sevilla «abiertas de par en par», para finalmente pedirle: «Cumple con el rito de proclamar lo que ya presentimos, lo que ya palpamos; contágianos de esa fe que te hace caminar, y con la que a todos nos cautivas».
Una Sevilla radiante
A las 12:22, Francisco Javier Gutiérrez Juan dio orden a los músicos de la Banda Municipal para que iniciasen la cuenta atrás con Amarguras, marcha inmortal e himno oficioso de la Semana Santa, que Vega Leal escuchó con las manos entrelazadas desde un sillón situado a la derecha del atril. En el centro del escenario, el prelado hispalense, cuyo rostro era el reflejo de la satisfacción, se dejaba llevar por la creación musical de Font de Anta, mientras el alcalde y el presidente del Consejo se mantenían firmes, ofreciendo esa imagen de unidad que necesita nuestra Semana Mayor.
Ocho minutos después, con un Teatro de la Maestranza a rebosar y una Sevilla radiante pendiente de la radio, el móvil y la televisión, el pregonero recibió el cariño del arzobispo y el alcalde, y tras dirigirse al público, dedicó su disertación a «un trianero y una sevillana de la Cruz del Campo», sus padres, pues «todo cuanto voy a decir aquí está inspirado por una historia de amor». Seguidamente, se persignó y dijo con convicción: «Donde hay caridad y amor, allí está Dios». A esto le sucedió una pregunta al aire, «¿Qué es Sevilla?», a la que trató de responder a través de la erudición de Francisco Morales Padrón: «Sevilla es esa luz que entra por la ventana». La luz de una ciudad que «es posible que no sea la mejor del mundo», pero en la que el pregonero tuvo la fortuna de nacer y que «no cambiaría por nada». «Hasta me gusta la calle Imagen, lo juro», ha bromeado.
Tras darle las gracias y la enhorabuena a Alés con un «querido Manolo», Vega anunció que «ya se han puesto las ramplas, y en el firmamento los vencejos escriben con letra inglesa los versos más bellos que se han dicho a Sevilla». Un pasaje lleno de sensibilidad en el que no faltaron el quejío de la saeta, el adoquín que aguarda la cera y hasta Gustavo Adolfo Bécquer soñando con la Virgen de la Paz. No en vano, según el pregonero, «Es el Domingo de Ramos un don que Dios nos entrega. Es el día más luminoso y la noche más excelsa».
«Triana no ha dejado de llamar a mi sangre»
Para el director de Canal Sur Radio, «la Semana Santa se nos mete en el corazón cuando empezamos a vivir», y para demostrarlo, puso como ejemplo su primer recuerdo cofrade, el amanecer encapotado de un lejano Viernes Santo en el que los nazarenos llevaban antifaz de terciopelo y capas con un ancla. Aquella Virgen vio vivir a su padre, hacerse un hombre y formar una familia, de ahí que le ofreciese el Pregón a la Esperanza de Triana, imagen «cuyos ojos le están mirando desde el otro lado del río», y le regalase unas preciosas décimas con ecos de Caro Romero: «Yo sí sé por qué te quiero».
De la mano de su progenitor, el pequeño Juan Miguel fue a ver al Cachorro en una tarde en la que parecía que iba a llover: «Dicen que hoy Dios se muere, pero no es verdad. El Cachorro está empezando hoy a resucitar». Estampa que le transportó a Tierra Santa, escenario donde tuvo ocasión de inspirarse visitando el Jordán o el Monte Tabor, y en cuya referencia a las Bodas de Caná subrayó la famosa frase de María: «Haced lo que Él os diga». Seguidamente, apretó fuerte la mano de su padre y buscó ese paraíso que reflejan los ojos del Cristo de la Expiración, el Dios de una Triana que «no ha dejado de llamar a mi sangre».
Puerta del Cielo
La calle Puerta del Cielo es la que lleva a lo recóndito del barrio de San Bernardo, un sitio camino de ninguna parte donde el pequeño Juan Miguel creció y se convirtió en cofrade. «Sevilla nunca da puntá sin hilo», apuntó, para luego afirmar que Salud y Refugio, son «dos tesoros que, una vez al año, San Bernardo comparte con el resto de la ciudad». Un axioma que completó con citas de Antonio Machado y unos sentidos versos al Crucificado de su devoción: «Camina otra vez Cristo en la marea». A estas hermosas palabras el periodista sumó un pasaje dedicado a la Dolorosa de la cara de niña, a quien calificó como «lo mejor de San Bernardo»
Aplausos del respetable, una visita al Tremendo y una anécdota de su hijo Ignacio sobre el nombre que lleva la calle donde está el famoso establecimiento: «El Almirante Apodaca, ¿era japonés?», preguntó el niño. «No era japonés, sino de Cádiz, como el Yuyu», respondió el padre. Seguidamente, los sevillanos pudimos subirnos al autobús donde el Juanmi de la infancia iba al centro con su vecina Conchita. Una mujer que le hablaba a su madre de usted y que pese a conocer la Exposición del 29, la República y la Guerra, sólo le hablaba de una Semana Santa con la que se reencontraría en las letras de Núñez de Herrera, el Borges de las letras sevillanas. A continuación, el pregonero ubicó a los cofrades frente a las puertas de San Benito, y se atrevió a dedicarle unos versos a la icónica Canina: «Saco de huesos, te duele / que seas la gran derrotada. / No hay quien evite el repaso / de tu afilada guadaña». Vega respondió a los aplausos con una sentencia: «La Canina tiene tirón».
«Sí, creo en Dios, ¿qué pasa?»
«La Semana Santa debe evolucionar. Está en su esencia». Así comenzó el homenaje del pregonero a las hermandades de Vísperas, «Lo más importante que ha ocurrido en nuestra Semana Santa en el último cuarto de siglo», tras lo cual dejó para la posteridad la frase del taxista que lo trasladó hasta la sede del Consejo el día de su designación: «Soy apóstata, pero muero con la Semana Santa». Un reflejo de un sector de la sociedad al que Vega respondió con otra frase digna de esculpir en mármol: «Sí, creo en Dios, ¿qué pasa?». La misma sirvió para pedir una mayor implicación de los cristianos, pero también para filosofar sobre la Virgen de la Victoria, el Señor de Pasión o la Virgen del Valle. «Dificilmente la casualidad tuvo que ser la que generara tanta belleza». «Una Semana Santa sin Dios es una performance vacía», opinó antes de rematar: «La opción de Dios concilia mejor con la razón que la puñetera casualidad».
Dios que en Sevilla posee el rostro del Gran Poder al que tanto quiso Romero Murube, «el poeta más fino que cantó a Sevilla», y que emparenta con Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez e incluso Enrique Esquivias en sus loas a Sevilla. «La orilla del Señor», es como llamaron a la ciudad los fenicios, tal vez imaginando a un Dios de San Lorenzo que es capaz de inspirar una canción de los Pretenders: «Nada que me confieses hará que yo deje de amarte».
Del Gran Poder a la infancia, a los versos de Villalón y Gerardo Diego, y a esos barrios populares en los que no faltaron el Cerro, San Gonzalo o la Trinidad, «última alegría de la Semana Santa de Sevilla». También hubo espacio para San Vicente, San Nicolás o la calle Adriano, donde el pregonero regaló una corona de amor a su «Piedad baratillera». Amor que se volvió más intenso al hablar de su hijo Raúl, que con 14 años salió por primera vez en la Borriquita, y de «la niña más guapa que había visto jamás», la que «le llevó de la mano» hasta el Cristo del Amor y cuyo nombre es Isabel. «No fue casual aquel encuentro durante una tarde de lluvia en la que no pudieron salir las cofradías. Nuestro Cristo, Isa, del Amor».
Atlantes de la Semana Santa
De la Candelaria de Pepe el Planeta a los Gitanos de Juan Miguel Ortega Ezpeleta, quién soñó un templo para el Señor de la Salud que se hizo realidad gracias a la generosidad de miles de almas y a la duquesa de Alba. Vega recordó a Alberto Gallardo, «que va con su primo Juanma», y al «Dios que en Sevilla ilumina la mañana, antes de denominar a los costaleros Atlantes de la Semana Santa». Una figura anónima que en su anecdotario pasó de ser «un manco con perro» a aquellos que soportaban el peso del prejuicio y hasta el desprecio. Tampoco se olvidó del Pali, de Los del Guadalquivir y los Cantores de Híspalis, e hizo un juego de palabras en torno a la letra de Costaleros de Sevilla, del simpar Pascual González: «De alpargata a zapatilla, porque alpargata no rima con Sevilla».
Ya en la recta final de su Pregón, interrumpido en numerosas ocasiones por las risas y los aplausos, Vega se acordó de Filiberto Mira, Chano Amador o Agustín del Castillo, maestros de la radio, y también del singular Pepe Hidalgo: «Ese tío toca como Charlie Watts, el batería de los Rolling Stones». Un detalle para con la figura de la Centuria que sirvió de prólogo a la Sentencia: «Para ti no hubo amnistía, sino castigo inhumano». Hippies, armaos y el Avanti con la Guaracha del rockero Silvio fueron a su vez estímulo para que hiciese magia con el micrófono. Andando para atrás, como Charo Padilla delante del paso de la Macarena, el pregonero trajo al atril a Pepe el Pelao, Luis León y Pepe Peregil, figuras cuya atmósfera caldeó una Madrugá en la que «dos dependientas de la Campana lloraron como Magdalenas».
Milagros macarenos
Del Pregón de Juan Miguel también se recordará la odisea de Ruiz Cárdenas para convertirse en padre, un milagro macareno que habría certificado hasta el mismo Einstein: «Dios no juega a los dados». También hubo misterio en el pañuelo de la Señora que acompañó a la esposa del pregonero en una delicada operación, que asistió a las últimas horas del suegro y voló, de manera invisible, a las manos de la Macarena. Por ese motivo, el Pregón debía incluir unas décimas a la Reina de San Gil —«Tú eres la Democracia, eres de Sevilla el NODO»— en la que desfilaron desde Curro Romero a Paco Robles, antes de citar a Angelito, el entrañable aguaor, y gritar su famoso lema: «Cofrades, a la calle». Finalmente, cuando el reloj anunciaba que el Pregón rebasaba los cien minutos, el director de Canal Sur Radio volvió a invocar a su progenitor, se vistió de nazareno en San Bernardo y concluyó con tres palabras que resumen su bellísimo Pregón de la Luz: «Domingo de Ramos».
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