Yo trabajo en la Feria
Dieciséis horas diarias como camarera en Feria: "El último día es el peor"
Raquel Cruz, camarera y dueña del catering de una caseta en la calle Espartero, pasa jornadas de trabajo de hasta 16 horas durante la semana que dura esta fiesta
A las cinco de la tarde, hora taurina, parece que el Real duerme la siesta. Belmonte, Bombita o Chicuelo no tienen el trasiego del mediodía o la madrugada; los mayores que han ido a almorzar, se marchan, y los más jóvenes aún no han llegado. Quedan unos pocos dentro de las casetas, sin embargo, que alargan la comida con café y copas. Lo sabe bien Raquel Cruz, camarera en Los 20+1, situada en la calle Espartero, 45: "La Feria de Sevilla es como un bar abierto muchísimas horas que demanda continuamente actividad".
Desde la jarra de rebujito y la tapa de queso y jamón a los cubatas a las tantas: en esta fiesta casi no se para durante los siete días que dura. Una maratón que disfrutan socios e invitados y aguantan, claro, quienes están detrás de la barra: "Echamos muchas horas. Los camareros entran como muy tarde a las once y media o doce, y cerramos a las seis de la mañana, que es el horario que tenemos estipulado", detalla Raquel Cruz, gerente además del Catering Raquel.
Y no solo curran tanto los que atienden mesas y tiran cañas: "Los cocineros llegan a las nueve de la mañana, y a la una de la noche cerramos el servicio", apunta Cruz, que lleva solo dos años de trabajo en la Feria. "O por lo menos yo, que no quiero mantener a mis trabajadores más horas de las necesarias", añade.
Catorce, quince, dieciséis horas diarias desde el Sábado de Pescaíto hasta que estallan en el cielo los últimos fuegos artificiales. "El lunes, por ejemplo, cerramos a las seis, y llevábamos desde la once y media. Y durante ese tiempo no pudimos respirar, ni pararnos a tomar un bocadillo siquiera", asegura esta almonteña.
"El último día de Feria es el peor"
Sábado o Lunes de Pescaíto. Siete o seis días. En mitad del runrún por la consulta del modelo de Feria, hay trabajadores como Raquel Cruz que prefieren un formato más corto: "El último día es el peor. Con esto de alargarla, ese fin de semana hay quien se coge el puente y se va de vacaciones, pero nosotros nos quedamos aquí abiertos con una muy baja asistencia". "Y el gasto de los camareros, cocineros y todo el género se mantiene, por supuesto", lamenta esta onubense.
Ese día, por si fuera poco, la jornada se prologa aún más. Según Raquel, no se les deja a los empleados de las casetas meter el furgón "hasta que todos los proveedores recojan su género". "El año pasado nos mantuvimos aquí toda la noche tirados, igual que todos los compañeros que veíamos alrededor, esperando que nos permitieran meter las furgonetas para poder cargar".
Entre bolsas de basura y vasos perdidos
Hay problemas en los que no caes hasta que alguien que lo sufre te lo cuenta. Esa misma estrechez de las casetas de un módulo que tan incómoda resulta para bailar sevillanas se convierte en un obstáculo añadido a las labores de los hosteleros: "En Sevilla se trabaja con un espacio muy reducido en cocina y barra, y eso te complica mucho todo", apunta Cruz.
Si cuentan con pocos metros cuadrados por defecto, en ocasiones se acumulan además los residuos. "Pasamos el día saltando por encima de las bolsas de basura, incluso con cristal roto", afirma. "No podemos sacarla a cualquier momento del día, y en muchas ocasiones se amontona en el poco espacio que tenemos".
Como tampoco es común pensar que las decenas de jarras y catavinos que aparecen cada mañana tirados en el albero pertenecen a alguna caseta. "En la Feria de Sevilla se saca menaje a la calle, y al final desaparecen muchos. Venimos siempre con el miedo de perder vasos, catavinos, jarras y cubos", cuenta la gerente del Catering Raquel. "La gente nunca tiene en cuenta que se tiene que devolver a la caseta. Es algo que se debería respetar un poquito más".
Y así, entre bolsas de basura, vasos perdidos y jornadas eternas pasa Raquel la Feria de Abril. Son las cinco de la tarde y lleva la bandeja en la mano. Después del almuerzo, toca servir café y copas. Aún le quedan trece horas por delante.
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