Los últimos de Sevilla (VIII)

Javier Salvalle, el milenial que revela carretes en plena era digital

En enero de 2023, este joven gaditano abrió en el centro histórico NadaCarrete, un local especializado en fotografía analógica que atiende a una clientela con una media de edad inferior a los 30 años

NadaCarrete, especializado en fotografía analógica en esta era digital

Jorge Jiménez

Carlos Doncel

Carlos Doncel

En un local desaliñado, como a medio decorar, Javier Salvalle ejerce un oficio que le apasiona. Justo al fondo, en un cuarto lleno de máquinas y bandejas, está el laboratorio donde convierte los carretes en negativos. En plena era digital, la oscuridad y la química le permiten trasladar al papel los momentos de decenas de clientes que aún prefieren lo analógico. Paisajes de un rincón extranjero, nazarenos de ruán, bodas ajenas, niños en la playa.

"Ahora en verano funciona muy bien el negocio, este pasado julio ha sido el mes de más demanda. Y sobre todo los lunes, parece que la gente tiene prisa por ver las fotos que han hecho durante el finde", ríe este gaditano de Arcos de la Frontera. Montó NadaCarrete en enero de 2023, hace más de un año y medio, y desde entonces revela unos 100 rollos al mes, "además de vender material fotográfico e impartir cursos para enseñar a utilizar el cuarto oscuro".

A priori suena temerario que en los tiempos de los móviles y los megapíxeles se apueste por una tecnología con décadas de antigüedad. Más aún si quien confía en ello es un milenial de 33 años. Pero lo cierto es que este mundo vive ahora un auge extemporáneo: "El carrete ha estado siempre calladito, como a la sombra, pero sin desaparecer. Gracias a las redes sociales, a partir de 2018 volvió a haber un boom, y en la actualidad es como si estuviéramos de nuevo en la década de los 90".

Un laboratorio en el cuarto de baño

Javier Salvalle vino a Sevilla en 2009 a estudiar Bellas Artes con la especialidad en escultura. Aunque como él mismo aclara, no podía llevar consigo de viaje el tronco de madera o una piedra de mármol para esculpir. Sí que lo hacía con una cámara al hombro, y por ahí acabó discurriendo su inquietud artística: "Siempre me interesó la fotografía, y por suerte me acerqué de una manera didáctica en una asignatura optativa de la carrera. Fue entonces cuando empecé a sentar las bases de la que es mi vocación".

"En la facultad disponían de un cuarto oscuro en el nos enseñaron todo el proceso de revelado e hicimos nuestras primeras prácticas", rememora Javier. "En aquel momento me enamoré de ser parte de todo el proceso que hace falta para crear una imagen. Me encantó sentir que era capaz de revelar el negativo que había disparado y que luego podía pasar al papel".

Javier Salvalle, propietario de NadaCarrete

Javier en el cuarto oscuro de su laboratorio revelando carretes / Jorge Jiménez

Tanto le cautivó aquello, que montó su propio laboratorio en el cuarto de baño de su casa de Arcos, "aprovechando que tiene un fregadero y que es la estancia con menos luz". "Al estar descatalogadas, compré la maquinaria necesaria por Facebook, y la puse allí. Poco a poco fui practicando con lo que había aprendido y con los tutoriales que hay en el bendito Youtube".

Tras vivir un tiempo en Londres llegó a Berlín, donde entró en la Nueva Escuela de Fotografía Contemporánea. "Allí hice un curso internacional centrado en fotografía analógica, que me ayudó a ampliar lo que había aprendido en la facultad y de forma autodidacta", apunta Salvalle. En la capital alemana trabajó en algunos establecimientos especializados hasta que se marchó a Barcelona y, meses después, a Sevilla. Pero esta vez, el negocio era suyo.

NadaCarrete, "una trinchera de cultura"

"El 16 de enero de 2023 entró el primer cliente por la puerta", recuerda emocionado Javier Salvalle. En el número 22 de la calle Alfaqueque, en pleno centro histórico, plantó el estudio de revelado con cuarto oscuro, uno de los pocos que aún ofrecen este servicio en Sevilla. "Tenía ya el material, así que vi la oportunidad y tiré adelante", resume este arcense, que confiesa que le habría encantado montarlo en su pueblo natal, "pero habría sido un tiro en el pie".

Javier Salvalle, propietario de NadaCarrete

Salvalle en la puerta de su local, situado en la calle Alfaqueque / Jorge Jiménez

"Aquí trabajo con perfiles muy variados: desde aficionados que quieren disparar cámaras desechables en un concierto, a profesionales que colaboran con grandes marcas", detalla Javier. "Además también organizo noches de cine en verano gratuitas o revelo fotografías sin coste en algunos festivales. Pretendo que NadaCarrete sea una trinchera de cultura y creatividad".

El saludo de los vecinos y los abrazos a clientes dan cuenta de que este local hace barrio. "A mí me llena saber que un negocio cultural puede servir a la ciudad, quiero que la gente disfrute de la fotografía", afirma este emprendedor gaditano. "Y aguantaremos con esta filosofía hasta que la propia sociedad nos ahorque".

La juventud y la vuelta a lo analógico

De momento NadaCarrete funciona en buena parte gracias a los jóvenes. Según su dueño, la media de edad de los clientes no supera los 30 años. "Vienen muchos que han encontrado un rollo sin revelar de sus abuelos y otros que han utilizado la vieja cámara de su padre. Este auge tiene mucho que ver con esa vuelta a las raíces tan extendida hoy día", apunta Javier Salvalle.

Javier Salvalle, propietario de NadaCarrete

Javier Salvalle revisando los negativos en su establecimiento / Jorge Jiménez

La mayoría creció con pantallas digitales, con megabytes, tarjetas de memoria, archivos en la nube, cientos de disparos. La fotografía analógica, sin embargo, los lleva a un mundo bien diferente: "El carrete obvia esas 50 fotos que echas con el móvil en un minuto, te ayuda a mirar. Y también es un material tangible que puedes tocar y guardar como hacía tu madre".

Varias décadas después han ganado popularidad de nuevo los álbumes con el nombre pintado a boli, las tiras de negativos, los recuerdos en papel. "La generación digital está dando el salto al analógico, como lo dieron al revés sus padres antes", comenta este joven. Entre tanta marea de vídeos inmediatos de Tiktok e Instagram, este local desaliñado parece librar una afrenta nostálgica y pausada. Lo hace desde el cuarto que hay al fondo, sin más luz que un piloto rojo, donde Javier Salvalle vuelve a dar color y vida a aquellos carretes que nunca se fueron.