Los últimos de Sevilla (X)

Alfonso Aguilar, el informático que teje bolillos de plata para el palio de La Paz

Este artesano dejó hace casi 20 años su trabajo en Siemens para dedicarse a hacer encajes, tocas o sombreros con hilos de metal para cofradías de toda España

Alfonso Aguilar, artesano del encaje de bolillos con hilo de metal

Jorge Jiménez

Carlos Doncel

Carlos Doncel

Los bolillos vuelan en las manos de Alfonso Aguilar. Una vez hecho el punto, lo marca con la aguja y vuelta a cruzar el hilo de plata. En el local de este artesano, situado en un corralón lleno de plantas de la calle Goles, solo se oye el ruido de fondo de una radio y el choque continuo de estos palos de madera. Y así, milímetro a milímetro, hasta completar los tres metros y medio de la malla para el techo del palio de la Virgen de la Paz. Entrelazar, colocar y fijar.

"Este oficio es todo manual, desde hilar hasta fabricar el mundillo, que es el soporte que utilizamos", cuenta Aguilar, al frente del único taller de encaje de bolillos de metal de toda Sevilla. "Cuando empezamos este proyecto pensé que me iban a enterrar sin terminarlo, pero ya llevamos 1,86 metros. Al final serán más de tres meses de trabajo diario, punto por punto", comenta.

Una toca para la Esperanza de Triana, un sombrero para la Pastora de Cantillana, encajes para el manto de la Macarena. No le faltan encargos a este bolillero: "Hace algo menos de 20 años vi un filón, no había nadie que lo hiciera. Además tenía algo muy claro: siempre van a existir hermandades que quieran piezas únicas para su Virgen", detalla Alfonso. "Y menos mal, porque gracias a las cofradías Sevilla es la capital mundial del arte sacro".

Al bolillo desde Siemens

Alfonso Aguilar comenzó a trabajar en mundo bien diferente al de los hilos: la informática. "Estuve en multinacionales como IBM o Siemens durante más de dos décadas, buena parte de ellas como comercial. Ahora gano menos dinero que entonces, pero estoy mucho más tranquilo", reconoce. "Ese perfil de vendedor me ha venido muy bien para tratar con las hermandades", ríe este artesano de 60 años.

Al encaje de bolillos llegó para evitar el aburrimiento: "Mi exmujer aprendió en una tienda de Los Remedios, y al verla en casa decidí probar a hacer cosas sencillas para entretenerme". "Un día que estaba haciendo un pañuelo para la Virgen de Montesión me llamó Juan Areal, uno de los socios del taller de bordados Santa Bárbara, para proponerme hacer junto a ellos las bambalinas del palio de la Caridad del Baratillo", recuerda Aguilar.

Taller de encaje de bolillos de Alfonso Aguilar

Los bolillos con hilo de plata del taller de Alfonso Aguilar / Jorge Jiménez

"Los hilos de oro y plata, al ser metálicos, requieren un esfuerzo especial. En aquel momento no sabía manejarlos, estaba acostumbrado a los normales, pero me tiré un fin de semana entero haciendo y deshaciendo y me lancé a la piscina", dice Alfonso. "Fue un proceso totalmente autodidacta en el que acabé encontrando mi vocación".

Tras esa primera obra han llegado decenas de piezas con las que ha ganado la experiencia y conocimientos que esta disciplina requiere. "Desde hace tiempo también diseño los encajes, tanto nuevos como reproducciones de antiguos", apunta. "Del que llevaba el manto de coronación de la Macarena, que estaba irrecuperable, conseguí sacar el dibujo y tejerlo desde cero tal como era, por ejemplo".

Piezas únicas de un taller con futuro

Antes de que Alfonso empezara a dedicarse por completo a los bolillos "solo había algunas señoras mayores que se jubilaban sin relevo". "Es un trabajo laborioso y duro que se estaba perdiendo, por entonces muchos optaron por ponerle a los mantos encajes de serie hechos de manera industrial", señala este bolillero. "En nuestro taller intentamos que las hermandades tengan su diseño particular, que sea una pieza única".

Alfonso Aguilar (i) trabajando en su taller de encaje de bolillos

Alfonso Aguilar y Jose Granero trabajando en la malla del palio de La Paz / Jorge Jiménez

"Esto no tiene fin, me retiraré y habrá mucho por hacer aún. Al final nuestra clientela potencial abarca toda España, hasta incluso hemos realizado trabajos para un nazareno de Guatemala", afirma Alfonso Aguilar. Junto a él, Jose Granero, barbateño de 47 años que lleva 10 enlazando bolillos. "Espero que continúe cuando me vaya, que el taller no se acabe conmigo", desea Aguilar.

Son las doce del mediodía y la radio sigue con las noticias. El mundillo gira y Jose y Alfonso vuelven a tejer la malla que un día dará esa peculiar luz de plata a la Virgen de la Paz. Pacientes, en silencio, mueven los bolillos y clavan las agujas. Ya falta menos para ese Domingo de Ramos.