Anguita, ¿quieres ser mi alcalde?

El ‘Califa Rojo’ es el nombre más repetido cuando se pregunta a quién elegirían los sevillanos

17 may 2015 / 09:00 h - Actualizado: 17 may 2015 / 10:08 h.
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Sevilla es así: quiere lo que no puede tener. Eso le ha reportado siglos de gloria y otros cuantos de olvido. Y ahora, cuando van los encuestadores y preguntan a la gente que a quién elegirían de verdad de la buena, ya en serio, si el sistema electoral permitiese votar por quien uno quisiera y no por alguno de los que se presentan (no es lo mismo elegir que escoger; la democracia no es igual con un diccionario en la mano), el ganador resulta Julio Anguita. Esto viene a ser como cuando se pregunta con qué famoso le gustaría a usted tomarse una cerveza, que lo mismo sale Elsa Pataky que Dani Rovira o Florentino Fernández, pero al final va y se la toma con su marido, con su cuñado o más solo que la una, que es como se piensa bien en los males de España. Tomar cerveza, como votar, muchas veces solo es un ejercicio de melancolía o una protesta. Salvo si está muy fresquita.

Anguita es, pues, el alcalde que los sevillanos querrían, porque en Sevilla no hace falta un alcalde sino un pontífice, a ver cuándo se dan cuenta los legisladores. A nadie se le escapa que las últimas apariciones televisivas del llamado Califa Rojo han sido determinantes para cuajar este estado de opinión: su denuncia de la corrupción, su clarividencia sobre los hechos, su reclamación de la vuelta a las ideas por encima del pragmatismo de lo inmediato y del servicio al capital, han sido un torpedo bajo la línea de flotación de este viejo paquebote de la política nacional. En efecto, un pontífice ansía Sevilla. Tanto es así que el segundo nombre más votado en este ranking fantástico es Alfonso Guerra, una de las más claras constantes vitales de la ciudad en materia política pese a haberse cortado la coleta y famoso por llamar al pan, pan; al vino, vino; y a los frescos, frescos. Otra vez la importancia del diccionario para un correcto funcionamiento de la democracia.

En este apartado de curiosidades, de nombres que han ido saliendo, los encuestados han señalado también a Felipe González, Soledad Becerril (que ya fue alcaldesa, como todo el mundo sabe, y se ve que se la echa de menos), José Chamizo, Javier Arenas, Emilio Carrillo y Luis Navarrete. Quien esté con ganas de someterse a un interesante y frívolo pasatiempo, que se pregunte a cuál de los anteriores escogería si fuesen estos, y no los otros, quienes se presentasen como candidatos a la Alcaldía de Sevilla.

Encargos al ganador

En la encuesta firmada por Deimos para El Correo de Andalucía, hay un apartado final de peticiones al próximo alcalde de Sevilla, ya fuere Julio Anguita o cualquiera de los que sí se postulan para ello. «La ciudadanía reclama con mayor énfasis», dice el informe, «que se mejore la calidad del empleo, ayudas a autónomos y a desempleados, además de una apuesta por inversión de futuro en empresas emergentes». Pues ya tiene ahí un encargo el que gane.

Un encargo que no es el único: «Con respecto a la ciudad se reclama, casi al mismo nivel que lo anterior, una mayor limpieza de las calles para poder compararla y estar al nivel de imagen del resto de grandes ciudades europeas (habilitando más papeleras, limpiando las deposiciones de los perros, renovando contenedores o limpiando con más frecuencia zonas de todos los barrios de Sevilla), además de dotar a la ciudad de más vegetación».

«Destacan también», prosigue el texto, «las quejas acerca de la zona azul. Los ciudadanos piden el acondicionamiento de las vías públicas (mejorar paso de peatones para ciegos o más zonas peatonales por el centro de la capital) y la mejora de la situación respecto a seguridad ciudadana». Mejorar el transporte público, ampliar el metro y poner un autobús entre el Cerro y la Gran Plaza se encuentran entre lo más demandado.

Hablan también los encuestados de la necesidad de tomarse en serio las políticas sociales, escuchar al ciudadano y hablar con él, invertir en cultura y educación, echar más cuenta a los jóvenes y a su futuro y, como es natural, una atención especial hacia quienes se encuentran en situaciones de precariedad o dependencia. Conceptos ambos que también harían llorar a un alcaldable con un buen diccionario en la mano, o con ojos en la cara, que viene a ser lo mismo. De remate, los encuestados reclaman una mayor transparencia en la gestión y las decisiones, «además de una política fiscal más suave».