Son y están

«Bioalverde crece con una plantilla compuesta al 65% por personas que malvivían en la exclusión social»

Manuel Hernández Sánchez. Responsable de economía social de Cáritas Diocesana de Sevilla e impulsor de Bioalverde. Esta empresa de inserción y sin ánimo de lucro que está en notable crecimiento de actividad ya tiene en plantilla durante todo el año a más de 25 personas que en su seno han sido recuperadas física, laboral y socialmente de las peores situaciones de marginalidad y aislamiento

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
26 feb 2022 / 11:00 h - Actualizado: 26 feb 2022 / 11:01 h.
"Son y están"
  • Manuel Hernández, el segundo a la izquierda de la imagen, junto a Carmen, Abdelatif y Brahim, tres de los trabajadores de Bioalverde, empresa de inserción social que ha impulsado desde Cáritas Sevilla y está cumpliendo sus fines, pues el 65% de la plantilla son personas que estaban en grave situación de exclusión. / EL CORREO
    Manuel Hernández, el segundo a la izquierda de la imagen, junto a Carmen, Abdelatif y Brahim, tres de los trabajadores de Bioalverde, empresa de inserción social que ha impulsado desde Cáritas Sevilla y está cumpliendo sus fines, pues el 65% de la plantilla son personas que estaban en grave situación de exclusión. / EL CORREO

En muy pocos años Bioalverde, como finca de producción ecológica y como tienda de ropa reciclada para su segundo uso, se está convirtiendo en Sevilla en una referencia a seguir para materializar con modelos del siglo XXI el antiguo proverbio: “Regala un pescado a una persona y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Quien entre en su web verá destacado el lema 'Economía Solidaria, la integración a través del consumo sostenible y solidario'. Es una empresa sin ánimo de lucro y de inserción, impulsada por Cáritas Diocesana de Sevilla. Una gran labor de equipo en la que merece ser destacada la implicación desde sus inicios de Manuel Hernández Sánchez, responsable de economía social en la delegación sevillana de dicha organización.

¿Cuáles son sus raíces biográficas?

Nací hace 54 años en San Fernando, Cádiz. Mi padre era catalán, estuvo trabajando mucho tiempo en el Servicio Militar de Construcciones. Lo destinaron a San Fernando para hacer algunas casas de militares en cuarteles, y conoció a mi madre, que es de Sevilla. Cuando yo tenía dos años de edad ya se asentaron en Sevilla, en el barrio de Bellavista, con el que sigo muy vinculado, mi hogar está a un kilómetro de distancia. Soy el segundo de cuatro hermanos. Mi madre estudió las carreras de Filología y Magisterio pero nunca ejerció, dedicada por entero a ser ama de casa. Mi padre concluyó su vida laboral en Uralita.

¿Cómo era la vida de barrio en su infancia y adolescencia?

Muy intensa en Bellavista, porque no había equipamientos y todo lo que se fue consiguiendo ante las administraciones públicas era por la movilización vecinal, en un ambiente de clase obrera, de apoyo desde la Iglesia. En Bellavista se forjó mi conciencia y mi compromiso social, de raíz cristiana. Fui objetor de conciencia por convicciones religiosas, cuando aún no estaba legalizada y podían encarcelarte por ello, yo formaba parte de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Había estudiado en el Colegio Lora Tamayo y la FP en Electrónica Industrial la hice en el Instituto Heliópolis, el más cercano. Muchos jóvenes, de modo apartidista, nos uníamos para reivindicar y conseguíamos aglutinar a todo el barrio. Así se logró ocupar la abandonada fábrica y fundición de Prida para exigir que se reutilizara creando un centro cívico para el barrio. Se tardó cuatro años convencer al Ayuntamiento de Sevilla y al fin se hizo realidad que Bellavista también tuviera centro cívico. Por otro lado, también se consiguió evitar la construcción de una vía rápida como arranque de la autopista con Cádiz, porque era partir el barrio en dos y tener dentro un tráfico enorme. La plataforma vecinal, en la que estuve muy implicado, consiguió que se descartara ese proyecto, que tuviéramos un bulevar en lugar de una autovía, y la conexión con la autopista se hizo por fuera.

¿Dónde consiguió su primer trabajo?

Con 19 años de edad empecé a trabajar en el Gobierno Civil para dar cobertura electrónica a la prevención de incendios forestales, con la implicación de radioaficionados en la protección civil. Estaba cursando la carrera de Informática en la Universidad de Sevilla y no pude continuarla. Era una buena oportunidad laboral y un buen sueldo. Después mi trayectoria profesional tuvo etapas muy diversas. Tras dos años en ese primer trabajo, estuve de cooperante en Nicaragua, Cuba y República Dominicana. Cuando volví a España, trabajé desde Málaga para la empresa Madisa, que daba servicio a grandes superficies comerciales, y me iba muy bien. Fue entonces cuando me sorprendieron con una llamada desde el Ayuntamiento de Sevilla. Me dijeron que quería conocerme Alejandro Rojas Marcos. Tenía referencias de mí por la labor reivindicativa vecinal en Bellavista, seguía apoyándola, desde Málaga iba dos o tres veces a la semana. Me propuso entrar en el equipo del Partido Andalucista sobre todo para el ámbito de políticas sociales. Acepté y estuve trabajando cinco años para lo que me pedían desde la alcaldía y desde el partido. Después me fichó la empresa constructora Dolmen, su presidente, Juan Manuel Sanz, me pidió que articulara la Fundación Dolmen. A eso me dediqué hasta que estalló la burbuja inmobiliaria y todo se vino abajo.

¿Cómo empezó su implicación actual con Cáritas?

A través de Mariano Pérez de Ayala, actual presidente de Cáritas Regional de Andalucía, con el que había trabajado en esa etapa municipal, y que dirigía Cáritas Sevilla. Primero me pidió que ayudara a potenciar las estructuras de atención social, como la orientación para empleo, la integración de inmigrantes, el centro para personas sin hogar, etc. Más adelante, se decidió intentar crear una empresa de inserción, como ya se estaba logrando en otras diócesis españolas, y que en el caso de Sevilla no existía. Coincidía con la publicación, en 2015, de la encíclica 'Laudato si', en la que el Papa Francisco subraya la conexión entre pobreza y deterioro medioambiental, son las dos caras de un mismo problema. Y entonces ocurrió la donación testamentaria a Cáritas por parte de Julia Sánchez Bedoya de 30 hectáreas de terreno rústico, en la Hacienda Villanueva del Pítamo, muy cerca de la estación de Metro en Olivar de Quintos, en Dos Hermanas. Ello nos motivó a idear Bioalverde y crear la empresa de inserción.

¿Esos terrenos se utilizaban para producción agrícola?

Solo para monocultivo que sirviera de pienso para ganado. Formaban parte de una finca de 700 hectáreas. La familia Sánchez Bedoya contrataba a una empresa que iba dos veces al año. Daba trabajo a una persona tres días al año, uno para sembrar y otro para recoger. Ahora esos terrenos no tienen nada que ver. Han sido transformados en huerto ecológico y da empleo a más de 25 personas durante todo el año, casi todas estaban en exclusión social. Hacemos realidad la encíclica: alimentos que respetan el medio ambiente, y trabajos en regla que dignifican a la persona. Un triple objetivo: dar empleo a personas que están descartadas en el mercado laboral, cuidado medioambiental y sensibilización educativa a la sociedad.

¿Qué modelo de empresa sustenta el funcionamiento societario de Bioalverde?

Es una sociedad limitada unipersonal de inserción, que se crea para que al menos el 50% de los trabajadores en plantilla han de ser personas con certificado de exclusión, emitido por los servicios comunitarios de un ayuntamiento o de la Junta de Andalucía. Actualmente, hemos alcanzado que el 65% de la plantilla sea de personas en inserción. Por ley no pueden estar más de tres años, porque la función de este tipo de empresas es reinsertar y que den el salto. Durante los primeros cuatro años la comencé a gestionar en solitario, el siguiente paso fue contratar a una ingeniería agrícola y a una trabajadora social. Poco a poco también hemos incorporado personal fijo en administración, en producción. Es importante que se visualice en todos los sectores de la ciudadanía cómo la empresa Bioalverde es una herramienta de acción social de Cáritas como organización y de la Iglesia como institución. Si quien ve y compra nuestros calabacines decide ver y conocer a quienes los trabajan, cambia completamente su perspectiva y entiende por qué son imprescindibles más empresas como ésta dentro y fuera de la Iglesia.

¿Cómo seleccionan para contratar, teniendo en cuenta que buscan a personas excluidas que arrastran muchos problemas?

El objetivo es contratar a personas mayores de 50 años de edad que son parados de larga duración y lo tienen muy difícil para disponer de la oportunidad que toda persona merece. Ex toxicómanos, ex presidiarios, inmigrantes con documentación, discapacitados, víctimas de violencia de género,... Suelen ser personas que han acudido a Cáritas para solicitar alguna ayuda, para pedir alimentos. La mejor ayuda es un contrato de trabajo y un salario con el que se compren la comida sin necesidad de pedirla. Cáritas tiene en Sevilla un centro para formación y empleo, desde él se hizo un llamamiento a las 280 sedes de Cáritas en la provincia de Sevilla para que propusieran personas. Hubo una primera selección, y de ahí fueron elegidas 16 personas para que hicieran un curso de agricultura ecológica. Así han sido contratadas 10 personas en los primeros años de la empresa. Cada dos años se ha organizado de nuevo esa convocatoria para formación en agricultura ecológica, de la que salen las siguientes contrataciones. Después, cuando también se ha puesto en marcha la actividad relacionada con el reciclaje de ropa, se ha dado otro avance. Y la propuesta de personas con esos perfiles está abierta a que la hagan igualmente servicios sociales de ayuntamientos y ONG´s que se dedican a esos segmentos de población.

¿Tienen algún denominador en común?

En Bioalverde, estamos muy orgullosos de haber incorporado a personas de más de 50 años de edad y muy diversas, todas ellas estaban en lo peor. Algunas habían caído en la drogadicción, o vivían en la calle durmiendo en un coche, o habían llegado a España en patera. Hay cristianos, musulmanes, y de otras religiones, y ateos. Lo importante es que todas son personas. Y con acceso imposible al mundo laboral. Dos o tres años después, no solo están trabajando, y aportan un rendimiento, sino que han recobrado el equilibrio emocional, y disponen de formación para conseguir otro empleo. Para que las nuevas incorporaciones tengan a mano el mejor ejemplo de que es posible esa transformación, la contratación se hace de forma escalonada para que quienes empiezan de cero trabajen a diario junto a personas que ya llevan dos años haciéndolo.

¿Cómo les encauzan que durante el resto del día tengan una vida mejor estructurada, vivienda incluida?

Cada persona de inserción contratada tiene el apoyo y seguimiento de dos profesionales que forman parte de la estructura fija: trabajadores sociales, psicólogos,... Además, en el campo, tienen a una persona de producción que les orienta, sobre cómo tienen que recoger las cosechas, o cómo tienen que montar una caja, o cómo tienen que hacer un reparto. El equipo social y el equipo laboral están coordinados en el seguimiento y acompañamiento de cada persona, y ven si tiene que sacarse el carné de conducir, o arreglarse la boca para ponerse dientes que les faltan. El problema que afrontamos es profundo: esas personas lo han perdido todo. Sin lazos familiares ni amistades, carecen de conexiones en la sociedad, y en muchas situaciones no saben qué hacer. Desde Bioalverde y Cáritas se les acompaña para que no incurran en seguir viviendo en la calle y gastarse el dinero de cualquier manera. Porque cuando una persona ha estado varios años en la cárcel, y a los cuatro meses de cumplir su pena entra en Bioalverde, cuando cobra su primera nómina mensual de mil cien euros, eso le parece Jauja. Y llega la noche, y vuelve la soledad, y tiene dinero para gastarlo en cualquier tontería. Por eso nuestra labor también consiste en centrarlos para que se organicen y adquieran hábitos de ahorro, de resolver en primer lugar lo básico: comida, alquiler de vivienda, pagar la luz, etc.

¿Qué tipo de empleos están consiguiendo cuando salen de Bioalverde?

Los hay que trabajan en faenas de campo, en empresas de agricultura ecológica, o hay gente con empleo en logística, otros en almacenes de empresas de distribución, en servicios de reparto, en tiendas de ropa atendiendo a los clientes. Cada vez hay más variedad, en paralelo a la evolución de Bioalverde. Al principio, hace siete años, lo único que hacíamos era sembrar. Ya hemos conseguido contratar a personas que estaban excluidas para enseñarlas a dedicarse a funciones como preparar los pedidos, hacer los albaranes, tareas administrativas, o gestionar la tienda que tenemos en el huerto.

¿Les cuesta mucho convencer a empresas para que contraten a quienes han trabajado con ustedes?

La agenda de colocación de Cáritas ayuda mucho en esas relaciones. Ir con Cáritas abre puertas cuando pedimos reunirnos con los responsables de recursos humanos, de gerencia, de dirección general. Hay empresas que nos tienen en cuenta, aunque sí es verdad que hemos de vencer algunas reticencias cuando consideran que son personas de edad avanzada y que en el pasado han tenido problemas de conducta.

¿Quienes han trabajado en Bioalverde mantienen después la relación con ustedes?

Sí, la socialización se consolida. Quieren seguir en el grupo de WhatsApp que tenemos con los trajabadores. En las dos jornadas de puertas abiertas que hacemos cada año, y en las de plantación de árboles, suelen aparecer algunos con integrantes de las familias que están creando. Incluso mantienen la vinculación con nosotros las personas que han hecho el curso de agricultura ecológica y que no han entrado a trabajar. En la pasada Navidad nos emocionó mucho recibir el mensaje de quien fue uno de nuestros primeros trabajadores, José Manuel García Labarca, que cuando salió encontró empleo en una empresa de transporte y recogida para reciclado. Nos dijo que ya había conseguido tener vivienda propia, y por fin había podido tener con él a sus hijas, es padre divorciado, y que las niñas estaban contentísimas. Eso nos da un subidón.

¿Tras acabar ese periodo contractual de tres años no pueden volver a trabajar en Bioalverde?

Lo estamos consiguiendo gracias al crecimiento de la empresa, que necesita más empleos estructurales. Y algunos los estamos cubriendo con personas de inserción que terminaron su primera etapa, salieron, y los recuperamos para que aporten su experiencia. Hoy en día tenemos responsables de logística, tanto en la actividad agrícola como en la textil, que proceden de la inserción. El capataz de la finca también. Y todos contentísimos. Todo eso contribuye a completar el círculo de la finalidad para la que se creó Bioalverde.

¿Cuántos miles de kilos de alimentos cosechan de promedio al año?

En el año 2021 fueron 77.243 kilos de verduras y hortalizas. Además, también comercializamos productos que no cultivamos. Porque cuando comenzó a venir gente para comprar lo nuestro, muchas personas nos pedían que también tuviéramos frutas, huevos, etc. Y empezamos a contactar con productores cercanos de agricultura ecológica para ampliar la gama de alimentos en la tienda.

¿La mayoría de los consumidores son clientes recurrentes?

Abundan las personas que, tras descubrirnos, vienen más veces a la finca a comprar a la tienda, o hacen pedidos para que se los llevemos a casa. Son personas concienciadas en el comercio justo, en la alimentación saludable, en el producto de calidad que tiene certificación ecológica, como es nuestro caso. Hay desde ecologistas a profesores de instituto o jugadores del Sevilla y del Betis. Y además nos respaldan porque han entendido fácilmente que comprar alimentos a Bioalverde no es solo la alternativa a un supermercado donde se compra más barato. Les merece la pena comprarnos a nosotros porque contribuyen a sacar del atolladero a personas que malvivían en condiciones durísimas. Entre todos tenemos que conseguir incrementar el número de ciudadanos cuyas pautas de consumo se basan en estos valores. Sin el compromiso de esos consumidores, todo lo logrado hubiera sido imposible.

¿Qué están logrando con el área de la empresa dedicada a la recogida de ropa?

Nos integramos en Moda Re, cooperativa de segundo nivel que integra a más de 70 empresas fundadas desde Cáritas en España para la recogida de textil, y en el que la 'Re' tiene triple sentido: reducir el consumo de usar y tirar, reutilizar, reciclar. En primer lugar, hemos creado una red de 140 contenedores situados en Sevilla y municipios del área metropolitana y ya recogemos al año un millón de kilos de ropa. Los tenemos situados en parroquias y en espacios de empresas privadas como Carrefour o El Corte Inglés, con quienes tenemos convenios a nivel nacional. No podemos tenerlos en Sevilla en plena calle porque hay que pagar un canon elevado. Consideramos que el Ayuntamiento de la capital no está acertando en la dimensión de compromiso social que tiene este tema. En cambio, los de Coria del Río, Guillena y El Viso del Alcor nos han buscado para ello y han asignado gratis ubicaciones para tal fin.

De tanta materia textil, ¿qué se obtiene?

La mayor parte de la que recogemos se envía a una de las tres plantas que tiene Cáritas en España para el tratamiento de ropa. El 10% es posible reutilizarla y tras su limpieza e higienizado se puede poner a la venta como ropa de segunda mano. En Sevilla ya tenemos una tienda dedicado a eso en la Plaza del Salvador. Del 90% restante, una parte se destina a los proyectos internacionales de Cáritas, otra parte se usa para hacer hilos en las hilerías, y el resto hay que quemarlo porque no puede ser aprovechable. Es importante subrayar que desde los años 2023 y 2024 será obligatorio que en todos los municipios de España haya instalados contenedores para recogida de ropa. Grandes empresas se están posicionando para gestionar ese residuo, que en el mercado global tiene mucho valor, porque la producción de ropa es el segundo sector industrial más contaminante del planeta. Y Cáritas España quiere estar bien situada para contribuir a que esa actividad se haga de la forma más ética posible y potencie tanto la economía circular como la inserción social.

¿Qué más proyectos tienen en marcha para aportar más economía social en Sevilla?

En marzo abrimos una tienda y cafetería de productos ecológicos en el barrio de Nervión, enfrente de la parroquia de los redentoristas, Espinosa y Cárcel. Va a ser la primera cafetería ecológica que va a haber en Sevilla. Por otro lado, en los terrenos de Bioalverde se construirá una nave agrícola diseñada por Santiago Cirugeda, gran experto en crear arquitectura con material reutilizable o reutilizado, y como autoconstrucción en la que además cualquier persona puede participar en su montaje porque es fácil hacerlo. Un modelo de nave que se puede montar y desmontar para trasladarla a otro emplazamiento y no genera impacto ambiental alguno, ni siquiera con la solería. Queremos que sirva de centro experimental para crear ese tipo de instalaciones y exportar ese modelo a cualquier lugar. La economía circular aplicada a la arquitectura está en auge en Europa.

¿No han tenido otros ofrecimientos de terrenos para replicar en ellos el modelo de Bioalverde?

Sí, muchos. Y animamos a que se haga, no puede depender solo de nosotros el crecimiento de la economía social, tan necesaria como posible. Por ejemplo, nos han ofrecido hectáreas de naranjos en El Viso del Alcor, y de olivar en Coria del Río, y unos terrenos junto a Sevilla al lado de la ronda súper norte.

¿Está dedicado de modo exclusivo a Cáritas?

Sí, porque me apasiona la acción social. Y en teoría no debería hacerlo, porque hace cinco años sufrí un infarto de miocardio, y al año siguiente me detectaron un bloqueo del 90% en una arteria. Tuvieron que operarme y ponerme cuatro 'bypass'. Tanto los médicos como Mariano Pérez de Ayala me pidieron que parara. Se incorporó como director de Bioalverde a Fernando González, un joven sensacional, muy buen profesional y súper comprometido. Por mi situación física, el Estado me concedía la incapacidad absoluta y la pensión correspondiente. Yo tenía 48 años y no quería sentirme minusválido. Si estoy de brazos cruzados es cuando de verdad me muero. Rechacé la incapacidad absoluta y estoy con un contrato de media jornada para funciones de administración. Pero en realidad llego a las 7 de la mañana y hago jornada completa hasta las 3 de la tarde. Y también voy alguna que otra vez después de almorzar. Conozco perfectamente todos los entresijos de la empresa y echo una mano en todo, por ejemplo en los proyectos de ampliación. Por supuesto, mi otra gran dedicación es mi familia. Mi esposa y yo tenemos cuatro hijos. Ella trabaja en la empresa Veolia y se dedica al mantenimiento de hospitales. Nuestro hijo mayor tiene 18 años y las dos pequeñas son mellizas, dentro de un mes cumplirán dos años.